domingo, 17 de agosto de 2025

Un momento... El hombre de los últimos tiempos: decadencia espiritual y moral

 


UN MOMENTO CON DIOS

El hombre de los últimos tiempos: decadencia espiritual y moral

 

“Traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios.” (2 Timoteo 3. 4)



En 2 Timoteo 3. 4, el apóstol Pablo continúa su descripción de las características de los hombres en los postreros días, diciendo:
Este versículo es parte de una lista de actitudes que muestran la decadencia espiritual y moral de la humanidad cuando se aleja de Dios. Entre todas, una de las más impactantes es la frase “amadores de los deleites más que de Dios”.

Amar los placeres no es en sí mismo malo. Dios nos creó con la capacidad de disfrutar la vida, la familia, la naturaleza, el descanso, y muchas bendiciones más. El problema está cuando los placeres se convierten en el centro de nuestra vida, desplazando a Dios. Cuando el deseo de satisfacer el cuerpo, el ego o los impulsos se impone por encima de la voluntad divina, caemos en idolatría.

Esta actitud es muy visible hoy en día. Vivimos en una cultura obsesionada con la gratificación inmediata, donde el lema es “haz lo que te haga feliz”, sin importar las consecuencias. El entretenimiento, el consumo excesivo, el hedonismo y el culto al “yo” dominan la mente de muchas personas. En este contexto, buscar a Dios, negarse a uno mismo y llevar la cruz diaria (Lucas 9. 23) suena anticuado o incluso absurdo para muchos.

Pero el creyente verdadero debe nadar contra esta corriente. Amar a Dios sobre todas las cosas implica renunciar a ciertos placeres que nos alejan de Él, y tener la disciplina espiritual de poner Su voluntad por encima de nuestros deseos. Jesús dijo: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6. 21). Si nuestro mayor tesoro es Dios, entonces viviremos para agradarle, no para complacer nuestros caprichos.

El llamado de este versículo es claro: no permitamos que el amor por lo temporal eclipse nuestro amor por lo eterno. Que nuestro corazón no se enrede en los placeres pasajeros del mundo, sino que arda por conocer, servir y deleitarnos en Dios, quien es la verdadera fuente de gozo eterno.

Dios les bendiga abundantemente.

 

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