UN MOMENTO CON DIOS
La sociedad de los últimos
tiempos
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos... sin afecto natural, implacables, calumniadores... amadores de los deleites más que de Dios.” (2Timoteo 3. 1 – 5)
La Biblia nos advierte con
claridad sobre las características que tendrá la sociedad en los últimos
tiempos. En 2 Timoteo 3. 1 - 5, el apóstol Pablo dice: “También debes saber
esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá
hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos...
sin afecto natural, implacables, calumniadores... amadores de los deleites más
que de Dios.” Este retrato no es solo profético, sino profundamente actual.
Vivimos en una época marcada
por el egoísmo, la pérdida de valores, la exaltación del placer, la
relativización de la verdad y una creciente indiferencia hacia Dios. Las redes
sociales y los medios alimentan constantemente el culto al “yo”, fomentando la
vanidad, la comparación y el orgullo. La familia se debilita, la violencia se
normaliza y la mentira parece tener más poder que la justicia. Todo esto
confirma lo que la Palabra ya nos había anunciado.
Pero la Biblia no solo señala
la decadencia moral de la sociedad; también llama a los creyentes a mantenerse
firmes y fieles. En medio de una generación que se aleja de Dios, los hijos de
Dios están llamados a ser diferentes. Jesús dijo en Mateo 5. 14: “Vosotros sois
la luz del mundo.” En los tiempos más oscuros, la luz del Evangelio debe
brillar con más fuerza a través de nuestras vidas.
No se trata de vivir con miedo
ni de señalar con juicio, sino de tener discernimiento y compromiso. La Iglesia
no debe adaptarse a los valores de este mundo, sino ser sal y luz, ofreciendo
esperanza, verdad y amor. Los últimos tiempos también son una oportunidad para
el arrepentimiento, para volver a Dios y preparar nuestros corazones para su
venida.
Dios no nos dejó estas señales
para desesperarnos, sino para despertar. Vivamos con fidelidad, guardando
nuestra fe, amando a nuestro prójimo y anunciando el Reino de Dios. Aunque la
maldad aumente, la promesa sigue firme: “El que persevere hasta el fin, éste
será salvo” (Mateo 24. 13). Que no perdamos de vista nuestra esperanza eterna.
Dios les bendiga
abundantemente.

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