sábado, 9 de agosto de 2025

Un momento... Cuidado con las imitaciones del enemigo

 




UN MOMENTO CON DIOS

Cuidado con las imitaciones del enemigo

 

“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” (1 Pedro 5. 8)

 

 Esta advertencia directa del apóstol Pedro nos recuerda que, como creyentes, no podemos vivir distraídos ni ingenuos. Hay un enemigo real, activo y astuto, que busca nuestra caída. Lo más inquietante es que el diablo no se presenta como lo que es, destructor y mentiroso, sino que muchas veces imita lo sagrado, disfrazando su engaño con apariencias de verdad.

Uno de los aspectos más sutiles de este engaño es que el diablo se presenta “como león rugiente”. No es el León verdadero, pero quiere parecerlo. En la Biblia, Jesucristo es llamado “el León de la tribu de Judá” (Apocalipsis 5. 5), símbolo de poder, majestad y victoria. El enemigo, en su intención de confundir, imita esa figura para intimidar y engañar. Busca sustituir la autoridad de Cristo con el temor, la confusión y la mentira. Lo que el León de Judá usa para proteger y salvar, el falso león lo usa para destruir.

Por eso Pedro nos exhorta a estar “sobrios y velando”, es decir, con mente clara, discernimiento espiritual y alerta continua. No podemos subestimar al enemigo, pero tampoco debemos vivir con miedo. Nuestra victoria no está en nuestra fuerza, sino en Cristo, quien ya venció al maligno en la cruz.

El diablo busca “devorar”, no solo físicamente, sino espiritualmente: robar nuestra fe, apagar nuestro amor, sembrar división, orgullo y desesperanza. Pero cuando conocemos al verdadero León, a Jesús, no somos fácilmente engañados. Él es nuestra fortaleza, nuestro pastor y defensor.

Así que, aunque el enemigo ruja, no tiene el poder del verdadero Rey. No sigamos el eco de su rugido; escuchemos la voz de nuestro Salvador. Permanecer en Cristo, firmes en la fe, es nuestra mayor defensa. Que nuestra vida esté anclada en la verdad, porque solo el verdadero León de Judá tiene autoridad sobre nuestro destino.

Dios les bendiga abundantemente.

 

 

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