lunes, 18 de agosto de 2025

Un momento... El hombre de los últimos tiempos: religiosidad superficial

 


UN MOMENTO CON DIOS

El hombre de los últimos tiempos: Religiosidad superficial

 

“Tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.”
(2 Timoteo 3. 5)

 

En 2 Timoteo 3. 5, el apóstol Pablo concluye su descripción de los hombres en los postreros días diciendo:
Este versículo es especialmente impactante porque no habla de personas abiertamente impías o ateas, sino de quienes fingen ser piadosos, pero niegan el poder transformador del evangelio en sus vidas.

La expresión “apariencia de piedad” nos lleva a pensar en religiosidad superficial. Personas que asisten a reuniones, hablan el lenguaje cristiano y aparentan espiritualidad, pero en su interior no hay una verdadera relación con Dios ni un cambio genuino. Es un cristianismo de fachada, vacío de fruto y de obediencia. Jesús también habló de esto cuando dijo: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí” (Mateo 15. 8)

Pablo advierte que no basta con parecer creyente; lo importante es vivir en el poder de la piedad. Esa “eficacia” que se menciona es el efecto real que tiene la presencia de Dios en la vida de una persona: produce humildad, santidad, amor, dominio propio y frutos del Espíritu. Negar esa eficacia es conformarse con una fe que no transforma, que no confronta el pecado, ni produce frutos dignos de arrepentimiento.

Hoy más que nunca, este pasaje cobra relevancia. Vivimos en una era donde lo exterior vale más que lo interior, y es fácil caer en el juego de la imagen. Pero Dios no se impresiona con apariencias. Él mira el corazón. Una iglesia que tiene forma, pero no fondo; estructura, pero no presencia; palabras, pero no verdad, está alejada del propósito de Cristo.

El llamado de Pablo es claro: “a éstos evita.” No se trata de juzgar, sino de no imitar ni participar de una fe sin poder. Que nuestras vidas no sean una mera representación de piedad, sino una expresión auténtica del poder de Dios en nosotros. Que el evangelio se vea reflejado no solo en nuestras palabras, sino en nuestros actos, carácter y pasión por Cristo.

Dios les bendiga abundantemente.

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