domingo, 29 de enero de 2017

Leyendo... 1 de Samuel capítulo 17


La imagen puede contener: una o varias personas y exterior
LECTURA DIARIA:
1 de Samuel capítulo 17

Estos acontecimientos ocurren bastante tiempo después de que David dejara de prestar servicios como músico en la corte y regresara a su casa, evidentemente, a causa de una mejoría en la salud de Saúl. 
En los días del éxodo, la mayoría de los israelitas habían temido entrar a la tierra prometida por los gigantes que vivían allí. El rey Og de Basán necesitaba una cama de unos 4 m de largo. Ahora Goliat, de 2.70 m de alto, ridiculizaba a los soldados israelitas, y parecía invencible ante ellos. Saúl, el más alto de los israelitas, pudo haber estado preocupado porque él era obviamente el rival más adecuado para Goliat. A los ojos de Dios, sin embargo, Goliat no era diferente de los demás.
A veces un ejército evadía una batalla muy costosa al enfrentar a su guerrero más fuerte, contra el guerrero más fuerte de su enemigo. Esto evitaba un gran derramamiento de sangre, porque el ganador de la pelea era considerado el ganador de la batalla.
Ahora los dos ejércitos estaban acampados a los lados opuestos de un valle de empinadas paredes. Quienquiera se apresurara a descender al valle y subir a los escarpados peñascos estaría en desventaja al principio de la batalla y probablemente sufriría grandes pérdidas. Cada lado estaba esperando que el otro atacara primero.
Los hermanos mayores de David estaban sirviendo en el ejército, entonces su padre Isaí mando a David al campamento con alimentos.
David entregó las provisiones y se enteró de la salud de sus hermanos. Pero también oyó la voz del gigante Goliat y observó el temor y miedo que éste infundió en los soldados de Saúl. Oyó también lo que decían los hombres de Israel acerca de los premios ofrecidos al campeón que venciera a Goliat.
Muchos de los que observaban veían a un gigante. Sin embargo, David vio a un mortal que desafiaba al Dios todopoderoso. Sabía que no estaría solo cuando enfrentara a Goliat: Dios pelearía con él. Vio su situación desde el punto de vista de Dios. 
La crítica no pudo detener a David. Mientras que el resto del ejército permanecía paralizado, David reconoció la importancia de actuar. Con Dios peleando por él no había razón para esperar. 

Llamado a comparecer ante el rey Saúl, David se ofrece a pelear con Goliat. Su oferta se recibe con protestas, en primer lugar porque es un muchacho. Goliat es un hombre de experiencia en la guerra. 
Pero David levanta su propia protesta. Tiene experiencia; no en guerra pero en la lucha mortal con animales. Dios había sido fiel en librarle de las garras de las fieras. También le podría librar de la mano de Goliat. Con esto Saúl consiente en dejarle ir. Pero le quiere vestir de armadura. Pero la armadura le empequeñecía más y “robotizaba” sus movimientos. 
David decide pelear con sus armas, tomó su cayado de pastor y con su onda en mano y cinco piedras lisas que elige del arroyo.

Cuando dos campeones se encontraban, generalmente cada uno decía un discurso de la clase más injuriosa, lanzando desprecios y provocaciones el uno al otro. Pero el discurso de David, sin embargo, presenta un contraste notable era lleno de una confianza piadosa, y él atribuía a Dios toda la gloria del triunfo que él preveía. 
Y así David hirió con su honda, de muerte al gigante Goliat, en la abertura para los ojos, la única parte del cuerpo que quedaba sin defensa. 
Al ver derribado a su representante, los filisteos se dieron a la fuga. Fue una tremenda victoria, no sólo en vencer al enemigo, sino en recobrar tantos enseres de guerra.
Termina el capítulo con la inquietud de Saúl. Ahora que tiene que premiar a David, dándole la mano de su hija, quería saber mejor de qué familia venía y cuáles serían sus posibilidades en la vida. No es que Saúl no hubiera conocido antes a David, sino que ahora quería investigar su linaje con más cuidado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario