LECTURA DIARIA:
Jueces capítulo 19
Cuando se arruinó la fe en Dios de los israelitas, también se arruinó su unidad como nación. Si hubieran obedecido a Dios y confiado en que cumpliría sus promesas, habrían poseído toda la tierra. Pero cuando olvidaron incluirlo a El en sus vidas, perdieron su propósito y muy pronto «cada uno hacía lo que bien le parecía».
El relato ilustra la anarquía que prevalecía en Israel antes de la institución de la monarquía centralizada.
Este levita anónimo no es el mismo que sirvió a Micaía.
La sociedad israelita aceptaba que se tuviera concubinas, aun cuando esto no era lo que Dios quería. Una concubina tenía los deberes pero no los privilegios de una esposa. Las concubinas eran casi siempre prisioneras de guerras con otras naciones. Pero también podían ser israelitas, como quizás fue el caso de esta historia.
La causa de la separación de la concubina mencionada aquí, la infidelidad, hacía ilegal que el esposo la recibiese de nuevo, y según la clase las prácticas en el Oriente, ella debería haber sido muerta, pero ella se fue a la casa de su padre. Y el levita le siguió.
Aparentemente, la hospitalidad ofrecida por el suegro del levita se menciona como un tipo de presión destinada a hacerlo desistir de llevar a la mujer.
Ya de camino resolvió el levita pasar la noche en Gabaa, la cual él sabía que estaba ocupada por israelitas.
Los benjamitas no estaban dispuestos a ofrecerle hospitalidad al levita y su concubina. La única persona que los acogió fue un forastero que moraba en Gabaa.
Pero hombres de esa ciudad, que buscaban satisfacer sus deseos perversos tocaron a la puerta del forastero para que le entregara al levita, y este en su lugar le ofreció a su hija y a la concubina.
Lo atroz de esta historia no está dado solamente por las intenciones degeneradas de los hombres de Gabaa, sino por la facilidad con que el viejo y el levita entregaron a las indefensas mujeres para que fuesen sometidas a brutales abusos.
Dispuesto a seguir su camino a la mañana siguiente, el levita, cargó a la concubina ultrajada que estaba tirada en la puerta, y regresó a su casa.
El levita descuartizó a su concubina dividiéndola en doce partes, un pedazo para cada tribu. Con ello buscaba movilizar a las tribus de Israel para que se reunieran en consejo. El propósito de este sería determinar la acción disciplinaria que tomarían contra los hombres de Gabaa y los benjamitas que los apoyaron.
Aun cuando este hecho fue terrible, comunicó con eficacia el horror del crimen y llamó al pueblo a la acción. Es irónico, pero el hombre que alertó a Israel sobre el asesinato de su concubina era tan culpable de su muerte como los hombres que realmente la mataron.
El horrible crimen descrito en este capítulo no fue la peor ofensa de Israel. Peor fue el fracaso de la nación en establecer un gobierno basado en los principios morales de Dios, donde su Ley fuera la ley de la tierra. Por consiguiente, las leyes no se cumplieron y el crimen se pasó por alto. La perversión moral y el desorden fueron el producto de la desobediencia a Dios. Los israelitas no estaban dispuestos a hablar hasta que los hechos iban demasiado lejos.
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