miércoles, 25 de enero de 2017

Leyendo... 1 de Samuel capítulo 13


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LECTURA DIARIA:
1 de Samuel capítulo 13

Independientemente de cuando haya comenzado a reinar Saúl, el acontecimiento que se narra aquí, tuvo lugar en el segundo año de su reinado.
Saúl formó un ejército permanente en Micmas, a 14 km al norte de Jerusalén y a 8 km al noreste de Gabaa, en un territorio muy abrupto que estaba a más de 600 m sobre el nivel del mar. Betel se hallaba a 8 km al noroeste de Micmas, a una altura de 900 m sobre el nivel del mar.
El toque de trompeta anunciaba la victoria de Jonatán y llamaba a las armas. El ataque de Jonatán constituyó la señal que dio inicio a la guerra de independencia de los filisteos.
Jonatán atacó y destruyó la guarnición de los filisteos, pero la victoria se la adjudicó Saúl. Aunque esto era normal en esa cultura, no por eso fue una acción correcta. La creciente arrogancia de Saúl comenzó pequeña, acreditándose el triunfo de una batalla que había ganado su hijo. Al no recibir corrección, su arrogancia creció hasta llegar a ser una obsesión.
Lo destruyó a él y a su familia, y puso en peligro el bienestar de la nación.
Pero los filisteos se juntaron para luchar en contra de los israelitas, con un ejército con treinta mil carros de guerra que habría sido el mayor de que se tenga memoria en el mundo antiguo.
Los israelitas tuvieron pánico y se escondieron cuando vieron el poderoso ejército filisteo. Se olvidaron de que Dios estaba de su lado y que era invencible.
Saúl todavía no entendía su debida posición como rey de Israel, y aunque era consciente de las restricciones bajo las cuales tenía la soberanía, deseaba gobernar como autócrata, con poder absoluto tanto en las cosas civiles como en las sagradas.
En vez de esperar al sacerdote, Saúl mismo ofreció el sacrificio. Esto iba contra las leyes de Dios y contra las precisas instrucciones de Samuel. Bajo la presión de los filisteos que se acercaban, tomó el asunto en sus manos y desobedeció a Dios.
Saúl tenía miles de excusas para su desobediencia, pero Samuel dio en el blanco del verdadero asunto: “No guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios”.
Los filisteos poseían superioridad militar, en parte por sus conocimientos metalúrgicos. Israel no estaba en posición de conquistar a nadie. El ejército no tenía armas de hierro y no había instalaciones donde pudieran transformar sus herramientas en armas. Es más, si un israelita quería afilar su herramienta, tenía que pagar un precio muy alto a un herrero filisteo para que lo hiciera, ya que estos tenían el monopolio sobre el hierro y la herrería. Su control estricto sobre la tecnología, junto con sus ataques sorpresivos, desmoralizaban a los israelitas y los mantenía dominados.
Contra tal superioridad, los israelitas se encontraban en una seria desventaja. Dios quería dar la victoria a Israel sin espadas, para que ellos tomaran conciencia de su verdadera fuente de poder.

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