jueves, 26 de enero de 2017

Leyendo... 1 de Samuel capítulo 14


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LECTURA DIARIA:
1 de Samuel capítulo 14

En este capítulo leemos acerca del pobre trabajo que hizo Saúl como líder, no tuvo comunicación con Jonatán, pronunció una maldición insensata e ignoró el bienestar de sus propios soldados. El liderazgo deficiente de Saúl no fue el resultado de rasgos de personalidad, sino de un carácter espiritual en decadencia.
Jonatán confiaba en que Dios daría la victoria y quiso actuar con base en esa confianza. Además sabía que el número de filisteos no era problema para Dios. Quizá no dijo a su padre nada acerca de su misión porque pensó que Saúl no lo hubiera dejado ir.
Jonatán y su escudero no representaban una fuerza que pudiera atacar al inmenso ejército filisteo. Pero mientras todos los demás tenían miedo, ellos confiaron en Dios, sabiendo que el tamaño del ejército enemigo no restringiría la capacidad de Dios para ayudarlos. Dios honró la fe y la acción valerosa de estos dos hombres con una victoria tremenda.
Con esto, el pánico se apoderó de los filisteos. La confusión se había producido en el campo de los aterrorizados filisteos, quienes habían comenzado a luchar unos contra otros. Los hebreos de que se habla que estaban con los filisteos, no son los hombres de Saúl, sino de grupos de renegados que habían alquilado sus servicios. 
Cansados de pelear todo ese día, los israelitas no pudieron probar bocado por el absurdo voto que Saúl impuso a sus exhaustos soldados que los debilitó aún más.
Jonatán en cambio, no había escuchado la palabra de su padre. Y encontrando miel para comer le brillaron los ojos, en ese momento un soldado le informa del juramento de Saúl. Jonatán era muy tardo para criticar a su padre pero dice la verdad al comentar que Saúl había perturbado a los soldados que al comer un poco hubieran perseguido mejor al enemigo y su victoria hubiera sido más completa. 
Al fin, luego de las batallas, los soldados pudieron detenerse y pensar en la comida sin violar el juramento. Sin tomar las precauciones adecuadas, tomaron el botín y mataron vacas y ovejas para luego comer la carne con su sangre. 
Saúl al saberlo, lo llamó a esto traición. La sangre tenía un significado muy especial en Israel porque siendo la vida del animal o persona tendría que ser derramada en el altar por la remisión de pecados. 
Saúl corrige el error supervisando la matanza de los animales sobre una piedra puesta para ese propósito. Y al fin hace levantar un altar para expiar el pecado del pueblo y rendir culto a Dios. En esto él hizo bien.
La idea de Saúl fue la de perseguir al enemigo toda la noche, aprovechando la oportunidad de caer sobre ellos sorpresivamente. El sacerdote que estaba con él sugirió que consultasen a Jehová y la consulta no produjo respuesta. Esta vez tenía razón Saúl en suponer que el silencio tenía que ver con el pecado. 
Pero Saúl volvió a cometer un error volviendo a declarar una maldición sobre el culpable.
Para identificar la persona o el acto culpable por este silencio, Saúl usa un proceso de eliminación. Mediante el Urim y Tumin, es señalado Jonatán. 
Jonatán reconoció lo que había hecho y no trató de presentar excusas.
Para Saúl perdonar la vida a Jonatán era reconocer que había actuado neciamente, lo que era una vergüenza para un rey. Saúl estaba más interesado en proteger su imagen que en cumplir su voto. Afortunadamente, el pueblo acudió en rescate de Jonatán reconociendo que había sido parte en la gran victoria del pueblo. 
Aunque Jonatán fue señalado como el transgresor, se había demostrado que Dios estaba con él y no a favor del juramento de Saúl.
Sin saber más de estas guerras en detalle, el texto dice lo suficiente para presentar a Saúl como un guerrero valiente. La nota final del capítulo 14 habla de su familia.

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