lunes, 23 de enero de 2017

Leyendo... 1 de Samuel capítulo 11


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LECTURA DIARIA:
1 de Samuel capítulo 11

Los amonitas habitaban el área al este del río Jordán. Descendían de Lot y eran enemigos de sus lejanos parientes, los israelitas.
Por esos días, Israel era muy susceptible a las invasiones de las tribus saqueadoras tales como estos amonitas del este del río Jordán. El liderazgo que ejerció Saúl en la batalla contra esta tribu de guerreros sirvió para unir a la nación y demostró que Saúl era un valioso gobernante militar. El reinado de Saúl se vio fortalecido al salvar a la nación de la desgracia y al perdonar la vida de los que lo habían criticado.
Ya que Israel estaba todavía desorganizado, Nahas estaba apostando que nadie vendría en ayuda de la ciudad. Esperaba tomar la ciudad sin pelear y así evitar una batalla. 
Al enterarse, Saúl estaba enojado por la amenaza de los amonitas de humillar y maltratar a los israelitas. A pesar de que el enojo y la ira no son sentimientos buenos, el Señor utilizó la ira de Saúl para traer justicia y libertad. 
Saúl veía todavía a Samuel como parte integral del gobierno de Israel. Si este vínculo se hubiera mantenido, el futuro de Saúl habría sido muy diferente. 
El Espíritu de Dios descendió sobre Saúl y cayó temor de Jehová sobre el pueblo, de manera que la recién inaugurada monarquía gozaba del poder y de la presencia de Dios.
Saúl muy sabiamente dividió el ejército en tres divisiones para atacar, estratégicamente a los amonitas. Y atacaron al apuntar el día cayendo sorpresivamente sobre el enemigo desprevenido. La victoria fue completa.
Cuando coronaron a su primer rey, los israelitas ofrecieron a Dios ofrendas de paz. Las instrucciones para llevar a cabo estas ofrendas se dan en Levítico 3. El sacrificio de paz era una expresión de gratitud y de acción de gracias a Dios, simbolizaba la paz que viene a los que lo conocen y que viven de acuerdo con sus mandamientos. A pesar de que Dios no quería que su pueblo tuviera un rey humano, el pueblo estaba demostrando por medio de sus ofrendas de paz que El seguía siendo su verdadero rey. Desafortunadamente, esta actitud no perduró, tal y como Dios lo había predicho.

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