LECTURA DIARIA:
Jueces capítulo 20
Para decidir qué se debía hacer, los israelitas se reunieron en Mizpa.
Llegaron de todo el territorio de Israel, desde Dan en el norte hasta Beerseba en el sur, y también del lado oriental del Jordán.
Acudieron los líderes de todas las tribus y un ejército inmenso. Sin embargo, estaba ausente Benjamín. Aparentemente no fue invitado, pero como Mizpa estaba en su territorio, se dio cuenta de la asamblea. Aun así, no asistió.
La asamblea pidió un informe al levita de la atrocidad ocurrida con su concubina. El relato era similar, pero había diferencias. Contó lo que condenaba a Gabaa, pero no mencionó su propia culpa. Él la entregó a los alborotadores, sin que la pidieran. Además, ella no murió con ellos, sino en la puerta de la casa. Al concluir su testimonio el levita pide el fallo de la asamblea.
Sin dar a los de Gabaa una oportunidad de responder, ni investigar el testimonio del levita, la asamblea decidió sitiar y atacar la ciudad, aunque la decisión fue precipitada.
Habiéndose acercado a Gabaa, los israelitas apelaron a Benjamín para que tome cartas en el asunto y entregue a los culpables.
La demanda de las tribus parecía razonable, querían castigar solo a los delincuentes como la pena indicada por el asesinato o la violación de la mujer de otro hombre.
Lejos de entregar a los reos, los benjamitas acudieron a Gabaa para pelear.
Antes de la batalla, los israelitas fueron a Betel a consultar a Dios cuál de las tribus debía encabezar la ofensiva. Al recibir la respuesta, los israelitas tomarían por sentado que Dios les apoyaría en la batalla. Habían hecho casi la misma pregunta; Dios dio casi la misma respuesta, y luego agregó una promesa de éxito. Sería natural, pero equivocado, sobreentender la misma promesa aquí. Israel se preparaba para conquistar a los cananeos en obediencia al mandamiento de Dios, pero no tenían mandamiento de pelear contra Benjamín.
A la mañana siguiente se entabló la batalla. Como los israelitas tenían superioridad numérica, su causa creían era “justa” y “habían consultado a Dios”, seguramente esperaban una victoria contundente. Sin embargo, el resultado fue todo lo contrario.
A pesar de sus cuantiosas bajas, los israelitas se animaron para una segunda batalla. Pero antes de salir a pelear envían de nuevo una delegación, para consultar a Dios. Esta vez le preguntaron lo que tomaron por sentado la primera vez, si debían pelear contra Benjamín. Dios les envía a la batalla.
Con esta respuesta la victoria esta vez parecía asegurada. Sin embargo, no es así.
Humillado, Israel vuelve a Betel por tercera vez. Ayunaron todo el día, expresando su dependencia de Dios y su arrepentimiento, ofrecieron sacrificios, otra cosa que no habían hecho. Habían perdido su confianza en su propia fuerza y planes y se habían humillado ante Dios para buscar su voluntad y poder.
Y luego de una sangrienta batalla el resultado fue a favor de los hombres de Israel. Los israelitas removieron la culpa por el derramamiento de sangre castigando a los hombres de Gabaa a través de la muerte de los benjamitas. Sólo sobrevivieron 600 hombres de la tribu de Benjamín.
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