domingo, 15 de enero de 2017


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LECTURA DIARIA:
1 de Samuel 3

Con las del capitulo anterior, esta es la cuarta comparación que se establece entre Samuel y los impíos hijos de Elí. La palabra de Jehová escaseaba porque el pecado bloqueaba la revelación de Dios en el centro espiritual de la nación.
Dios vio en Samuel, sin embargo, un instrumento limpio que podía usar. 
El muchacho dormía dentro del santuario por lo que dice el pasaje. 
Elí tenía un cuarto al lado del santuario. En la madrugada Dios le habló a Samuel. 
Dios llama tres veces a Samuel sin que el muchacho reconozca su voz. El versículo 7 aclara que todavía Samuel no conocía, personalmente a Dios, ni la palabra de Dios le había sido aún revelada. 
Samuel responde tres veces: Heme aquí. Solamente cuando Elí le enseña, él responde: Habla, que tu siervo escucha. 
Dios entonces le da el mensaje. Aunque Samuel no quiso revelarle a Elí el contenido de un mensaje tan severo, Elí emplea ternura primeramente, llamándole hijo mío, término de cariño que le infundiría confianza. Y luego enuncia una especie de juramento que le obligan a revelarlo todo. Tales juramentos eran comunes entre los hebreos. Y Elí de manera noble, acepta la sentencia con algo de presentimiento y resignación. 
Sus palabras no cayeron a tierra porque Dios hizo que se cumpliera lo que Samuel profetizó.
Una de las evidencias de un verdadero profeta era el cumplimiento de su mensaje. De esta manera todos los israelitas sabían que Samuel era profeta.

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