UN
MOMENTO CON DIOS
Resistiendo
la tentación
“Nadie aquí tiene más autoridad que yo. Él no me ha negado nada, con excepción
de usted, porque es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer semejante maldad? Sería
un gran pecado contra Dios.” (Génesis 39. 9)
Una
tentación por definición, según el diccionario, es un estímulo que recibimos
para que deseemos algo, y en la vida cristiana ese algo va contra lo que Dios
aprueba. Dicho de otro modo, el diablo sabe qué de lo que no agrada a Dios es
lo que más quisiéramos hacer y nos estimula con personas, conversaciones,
eventos, imágenes y de toda manera que se le ocurra para que decidamos pecar
dándonos placer a nosotros mismos. Siendo honestos, algo que no nos gusta hacer
difícilmente seríamos tentados a hacerlo.
Pero,
¿por qué sí nos vencen algunas tentaciones? Porque nuestro deseo de pecar es
más grande que nuestro deseo de agradar a Dios. Y aunque queremos con todas
nuestras fuerzas que instantánea y milagrosamente nos nazcan las ganas de ya no
pecar lo que realmente nos hace falta es profundizar en nuestra relación
personal con Dios para en la medida que lo conozcamos y amemos más, queramos
cada vez menos hacer lo que no le agrada.
José
había sido vendido como esclavo, no trabajaba para Potifar de manera opcional,
era un esclavo. Tenía que siempre y en todo momento obedecer todo lo que sus
amos le dijeran o de lo contrario podía ser duramente castigado e incluso
podrían matarlo. La mujer de Potifar entendía claramente esta dinámica de: “yo
ordeno” y tú como esclavo “obedeces”. Así que cuando fue atraída por José
simplemente le ordenó que se acostara con él. Era una orden directa para pecar,
no seguirla era desobediencia que podría pagar con su vida misma.
¿Qué
hubiéramos hecho ante una situación similar? Hoy en día siguen existiendo
presiones de todo tipo incluso sexuales de personas en autoridad sobre sus
subordinados para no ser castigados, despedidos, acusados o difamados. ¿Cómo
reaccionamos ante estas situaciones? Tal vez decir que no a relaciones sexuales
con la autoridad es más claro que diríamos que no, pero ¿qué hacemos ante la
presión del agente de tránsito que nos pide un soborno?, ¿qué hacemos ante la
presión económica que nos dice que alteremos nuestra declaración de impuestos?,
¿qué de aquellos momentos que no estudiamos para un examen y nuestra “única
alternativa” es copiar o de aquellos otros en que nuestros deseos sexuales
quieren que cometamos lujuria, fornicación o adulterio? El pecado está ahí
ordenándonos que sobornemos, mintamos, engañemos, copiemos y satisfagamos
nuestros deseos. ¿Cuál está siendo nuestra respuesta?
José
tenía algo en claro, había un Señor de mayor jerarquía a quien él servía por
encima de cualquier otro señor o en este caso señora así que su respuesta fue
negarse a obedecer algo que iba en contra de la voluntad de Dios.
Cada
momento de tentación es en realidad un instante en que se nos pregunta, ¿a qué
Señor servirás esta ocasión? ¿a tus deseos o a los deseos de Dios?
Habrá
tentaciones de las que no podamos huir por lo que habrá que resistir con
valentía y coraje pero si no es un caso del que no podamos alejarnos tomemos el
consejo del apóstol Pablo (1 de Corintios 6.18 y 10.14) y ¡huyamos de la
tentación! Caer en la tentación es un síntoma de la condición de nuestra
relación personal con Dios, es una señal de que algo estamos descuidando, hay
alguna verdad de Dios que no hemos entendido o bien una mentira del enemigo que
nos tiene cautivos.
Al
final somos nosotros quienes decidimos cometer o no el pecado, si todavía no
somos lo suficientemente fuerte para decirle no al pecado seamos al menos lo
suficientemente fuertes para comenzar a buscar a Dios cada día sin importar que
el pecado siga por ahora allí, y un buen día el pecado no tendrá más que ceder
y ceder hasta perder todo control sobre nuestras vidas.
Dios
les bendiga abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario