UN MOMENTO CON DIOS
El carácter de un siervo
“Tengo razón para gloriarme en Cristo Jesús de mi servicio a Dios, porque
no me atrevo a hablar de nada, aparte de lo que Cristo mismo ha hecho por medio
de mí para llevar a los no judíos a obedecer a Dios. Esto se ha realizado con
palabras y hechos, por el poder de señales y milagros y por el poder del
Espíritu de Dios.
(Romanos 15. 17 – 20)
En este pasaje, como en otros de Pablo, vemos el verdadero carácter de un
siervo de Dios.
Su mirada, y el énfasis de su predicación, no están puestos en su persona, sino
en la persona de Cristo. Qué bueno es rescatar estas particularidades que nos
muestra el Apóstol.
La gloria del ministerio debe ser para Cristo y el Espíritu Santo. Que podemos
hacer los seres humanos por aquellos que están enfermos o prisioneros de
fuerzas espirituales, usando tan solo nuestras manos, (imposición de manos) o
utilizando nuestras palabras, por mejor que hablemos, (oración y reprensión).
Nada podemos hacer por nosotros mismos, todo lo que podemos hacer, se lo
debemos a Jesucristo y al Espíritu Santo, por tanto, el reconocimiento y la
gloria deben ser para ellos.
Él se muestra como un instrumento en manos de Dios, para alcanzar a las
naciones que están alejadas de toda esperanza, plantando allí, la semilla del
evangelio, no solo con palabras, sino, además, con demostraciones del poder de
Dios, a través de los milagros y prodigios realizados a través del Espíritu
Santo. Esto mismo pasaba con Cristo, mientras Él realizaba su ministerio
terrenal, por lo general, luego de cada predicación pública, Él utilizada un
tiempo para ministrar el poder de Dios, a través de sanidades, liberaciones y
diversos milagros.
Dios nos dice a través de Pablo que “el Reino de Dios no consiste en palabras,
sino en poder”, (1 Corintios 4. 20). Nuestra responsabilidad frente a la
sociedad, no es solo predicar la Palabra, sino también ser instrumentos para
que Dios demuestre su poder, como también ser modelos creíbles de lo que es una
persona transformada por Cristo.
Dios, además de todo esto, también nos muestra la importancia de “no edificar
sobre fundamento ajeno”, esto sería hoy, no competir entre iglesias o entre
hermanos, por los nuevos creyentes, o las zonas que queremos alcanzar con el
evangelio, los más importante es que seamos responsables sobre aquellos que
Dios nos confía, si somos fieles en lo poco, Dios nos dará también lo mucho.
Dios no quiere transformar nuestra dirección espiritual, sino transformar toda
nuestra vida, empezando por nuestra forma de pensar, que es la que determina
nuestra forma de ser. (Proverbios 23.7)
Este mundo actual, no es más incrédulo o idólatra, que el mundo antiguo. Dios
ya lo hizo en aquellos días, hoy puede volver a hacerlo a través de su pueblo,
la iglesia.
Dios los bendiga abundantemente.
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