UN MOMENTO CON DIOS
La comunión original con
Dios
“Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra, Dios lo hizo pecado, para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo”. (2 Corintios 5. 21)
La misión del amor de Dios
comenzó antes del huerto del Edén. Antes de la fundación del mundo ya lo largo
del tiempo, Dios se movía progresivamente hacia una meta: la restauración de su
relación original con el hombre.
Antes de ser expulsados del
huerto, Adán y Eva recibieron ropa de pieles de animales. Este acto de Dios, sacrificar
la vida de estos animales para cubrir el pecado del hombre, fue un presagio del
futuro sacrificio de Cristo, el cual nos dio salvación verdadera y
completa.
Cristo no tenía ninguna
necesidad personal de convertirse en pecado. Por el contrario, Cristo es
descrito como el hombre sin mancha, el Cordero perfecto de Dios. Sin embargo,
por amor a nosotros, aceptó cargar con nuestros pecados, tomar nuestro lugar y
sufrir las consecuencias de nuestras acciones.
Uno de los principales
problemas del hombre es que no puede comprender el valor de la justicia, ni
tampoco la clase de justicia que Dios requiere. En este versículo, Pablo nos
muestra el valor de la justicia divina: es tan importante que requiere la vida
del Hijo de Dios.
Como se indica en este
versículo, se nos llama a ser "justicia de Dios" en Cristo. Es decir,
se nos llama a ser santos, justos y llenos de la gracia de Dios. Es importante
recordar que esta es nuestra vocación divina, y que debemos dedicar nuestras
vidas a buscar la santidad y la justicia del Reino de Dios.
Cristo vino al mundo en una
misión de amor. Mediante su gran sacrificio, somos restaurados a nuestro lugar
original de comunión con nuestro Creador.
Dios les bendiga
abundantemente.
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