UN MOMENTO CON DIOS
Amor ilimitado
“Pero Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Romanos 5.8 )
El amor de Dios no se limita a
la experiencia de la salvación; se extiende a cada aspecto de la vida. En el
huerto del Edén, aun después de que Adán y Eva pecaran, Dios nunca dejó de amar
a la humanidad. Pudo haber desistido de ellos, pero no lo hizo. Los amó y
estuvo determinado a traerlos de nuevo a una relación de amor con Él. A lo
largo del Antiguo Testamento, vemos a Dios alcanzando a su pueblo en amor,
mientras prepara el terreno para la venida de su salvación.
Jesucristo es el cumplimiento
de esa antigua promesa de gracia perfecta para la humanidad. Su nacimiento es
la nota escrita a mano por el Creador, proclamando su amor eterno que persiste
a lo largo del tiempo. Pudo haber quedado en el cielo, pero sabía que
necesitábamos el amor que solo Él puede ofrecer. Así pues, al celebrar el
nacimiento de nuestro Salvador, consideremos lo que dice acerca de su gran amor
por cada uno de nosotros.
Debemos recordar siempre que
Dios nos ama y nos perdona, y que podemos reflejar su amor y gracia en nuestras
propias vidas.
Su sacrificio por nosotros, a
pesar de nuestras imperfecciones, es un testimonio de su inigualable
misericordia. Este versículo nos invita a hallar consuelo en la verdad de que
somos amados incondicionalmente, y nos llama a compartir esa misma luz con
aquellos que aún no han descubierto el abrazo de su gracia.
Dios les bendiga abundantemente.
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