UN MOMENTO CON DIOS
Vivamos plenamente para
Dios
“Yo te he amado con amor eterno; por eso te sigo tratando con bondad”. (Jeremías 31. 3)
El nacimiento de Cristo fue la
promesa de esperanza y redención para un pueblo deseoso de tener un nuevo Rey.
Su vida sirvió de ejemplo para saber cómo debemos seguir a Dios en cada
circunstancia. Su muerte pagó el precio por nuestros pecados, y permitió la
restauración de nuestra relación con Dios. Su resurrección cumplió las
profecías y venció el poder del pecado y de la muerte. Pero el ministerio de
Jesucristo transciende generaciones para siempre y aún está cambiando el mundo
a diario.
Dios envió a su Hijo al mundo
como un niño humilde, activando así su poderoso plan de redención. Cristo
volverá como Rey victorioso, a quien todos proclamarán como Señor. Mientras
esperamos su triunfante venida, podemos vivir en plenitud para Dios como sus
nuevas creaciones.
Debemos entender que el amor
de Dios es incondicional, que nos ama con un amor eterno y que su misericordia
es prolongada. Esto significa que siempre podemos contar con Él, en cualquier
momento y en cualquier circunstancia. Podemos confiar en su amor y su
misericordia, y buscar refugio en Él en momentos de necesidad.
Debemos también recordar que
su amor es santo y justo, y somos llamados a vivir vidas santas y justas
delante de Él. Esto implica arrepentirnos de nuestros pecados y hacer lo que es
correcto. Y el amor de Dios nos da la fuerza y el poder para hacerlo.
Al unirnos a Dios cada día en
la obra de restauración de Su reino, honramos Su nombre como nuestro Rey de
reyes y Señor de señores.
Dios les bendiga
abundantemente.
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