UN MOMENTO CON DIOS
Tesoros en vasos de barro
“Pero esta riqueza la tenemos en nuestro cuerpo, que es como una olla de barro, para mostrar que ese poder tan grande viene de Dios y no de nosotros”. (2 Corintios 4. 7)
El tesoro mencionado en el versículo
se refiere al conocimiento y la verdad de Dios. Este tesoro es valioso porque
nos guía hacia una vida plena y significativa en Cristo. Como cristianos,
debemos cuidar este tesoro y compartirlo con los demás, pero ¿por qué se
menciona que está en vasos de barro?
La respuesta a esta pregunta
es sencilla: porque somos imperfectos y frágiles. Los vasos de barro eran
utilizados comúnmente en la antigüedad como recipientes para transportar
líquidos, pero no eran muy resistentes y podían agrietarse con facilidad. De
igual manera, nosotros como seres humanos también somos frágiles y podemos ser
quebrantados por las adversidades de la vida.
Es importante entender esto
porque nos ayuda a comprender que no somos perfectos y necesitamos a Dios en
nuestras vidas. Cuando reconocemos nuestra propia fragilidad y debilidad,
podemos permitir que el poder de Dios nos fortalezca y nos guíe en todo
momento. De esta manera, podemos ser testigos de su obra en nosotros.
Este versículo nos invita a
reflexionar sobre nuestra propia vida. Es fácil sentirnos frustrados o
desanimados cuando enfrentamos dificultades o fracasos. Pero debemos recordar
que nuestra fortaleza no viene de nosotros mismos, sino de Dios.
Además, es importante
reconocer que tenemos un propósito en la vida, y ese propósito es honrar a Dios
en todo lo que hacemos. Si permitimos que Dios trabaje en nosotros, podemos ser
útiles en su obra y compartir su amor con los demás. Incluso en medio de
nuestras limitaciones y debilidades, Dios puede utilizar nuestra vida para
impactar positivamente a quienes nos rodean.
En medio de nuestras luchas y
vulnerabilidades, 2 Corintios 4. 7 nos recuerda que el verdadero valor de
nuestra existencia no radica en nuestras imperfecciones, sino en el tesoro de
la verdad de Dios que llevamos dentro. Al abrir nuestro corazón a su poder
transformador, podemos brillar con su luz y ser faros de esperanza para
aquellos que nos rodean. Que nunca olvidemos que, aunque seamos vasos de barro,
estamos llenos de su gloria.
Dios les bendiga abundantemente.
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