UN MOMENTO CON DIOS
El corazón de Dios revelado
“Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna”. (Juan 3. 16)
Dejemos a un lado por un
momento todas las razones teológicas que explican por qué Cristo vino a la
Tierra, y pensemos solo en el gran amor de Dios por nosotros. Nos amó tanto que
dejó a un lado su gloria y honor para convertirse en Emanuel, el que camina con
cada uno de nosotros. Consideremos que todo desde el principio, desde el huerto
del Edén hasta la obra de Dios en nuestra propia vida, fue motivado y diseñado
por amor.
El amor lo motivó a aparecerse
a una humilde viuda del templo que había orado década tras década por su
venida. Por amor, el Señor reorganizó su horario para poder encontrarse con los
muchos individuos a quienes ministró y sanó. Y fue por amor que cenó con
pecadores desesperados y publicanos despreciados. A quienes la sociedad había
apartado, acogió en sus brazos. Su vida era amor en acción.
Jesucristo nos mostró el
verdadero corazón de Dios, al vivir entre nosotros e invitarnos a una amistad
verdadera y profunda con Él. Cristo no vino a gobernar y destruir sino a salvar
ya ofrecerles nueva vida a todos los que vengan a Él.
En cada latido de nuestro ser
resuena el eco del amor divino, un amor que trasciende toda comprensión humana.
Es un amor que se sacrifica, que busca lo mejor para nosotros, incluso cuando
nos sentimos indignos. Al contemplar este amor incondicional, encontramos la
inspiración para amar a los demás de la misma manera, convirtiéndonos en
portadores de esperanza y luz en un mundo que anhela la paz. Recordemos siempre
que, a través de la entrega y la fe, somos testigos de la transformación que
este amor puede traer a nuestras vidas y a las de quienes nos rodean.
Dios les bendiga
abundantemente.
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