TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Todos los hombres de la
ciudad que estaban en edad militar estuvieron de acuerdo con Hamor y con su
hijo Siquem, y fueron circuncidados. Pero Simeón y Leví, hijos de Jacob y
hermanos de Dina, fueron a la ciudad al tercer día, cuando los hombres todavía
tenían los dolores de la circuncisión, y espada en mano los mataron a todos,
pues no encontraron resistencia.
A filo de espada mataron a Hamor y a su hijo
Siquem; luego sacaron a Dina de la casa de Siquem y se fueron. Llegaron
también los otros hijos de Jacob, y pasando sobre los muertos saquearon el
pueblo para vengar la deshonra de su hermana. Se llevaron ovejas, vacas,
asnos y todo lo que había en la ciudad y en el campo; robaron todo lo que
había en las casas, y se llevaron prisioneros a todos los niños y
mujeres”.
Génesis 34. 24 – 29.
La venganza a lo largo de
toda la historia ha traído como consecuencia desde amigos que por traición han
roto su relación hasta países enfrentados por conflictos de muchos años atrás,
pasando por familias rotas o enfrentamientos raciales o religiosos
Génesis 34 nos narra una
historia complicada, Dina la hija de Jacob fue de paseo y en esta salida fue
violada por Siquem, un cananeo. Esto llevó a que los hermanos de Dina pactaran
con la familia de Siquem aunque detrás de todo esto había un plan de venganza,
tras lograr que estos los hombre cananeos se circuncidaran “sucedió que al
tercer día, cuando sentían ellos el mayor dolor, dos de los hijos de Jacob,
Simeón y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, y vinieron contra
la ciudad, que estaba desprevenida y mataron a todo varón.”
Mientras que para los cananeos, para Siquem,
una violación no era nada mal visto, para Jacob y su familia era una
fuerte afrenta y merecía ser castigado justamente con la muerte. Así lo marcaba
la ley natural de aquella época.
Una violación, es de los
peores delitos, pero la venganza desproporcionada también lo es. Los hijos de
Jacob estaban en su derecho pero se excedieron, no solo se vengaron sino que
además tomaron botín de la ciudad, esto no entraba dentro de lo que en aquel
tiempo por derecho le pertenecía.
Hay tanta gente que nos ha
herido y hecho daño, tantas heridas que hemos recibido, pero no vivimos en el
tiempo del “ojo por ojo y diente por diente” como los hijos de
Jacob, sino que Jesús nos instó a “amar a nuestros enemigos”.
Podemos pensar que nuestra
venganza es nuestro derecho, pero no
debemos olvidar que el pecado de los demás no nos justifica a nosotros. Dios es
el juez justo “por tanto, no juzguéis antes de tiempo, sino esperad hasta
que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas
y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones; y entonces cada
uno recibirá su alabanza de parte de Dios”.
El mal que hemos recibido de
otros no nos da vía libre para pecar, recordemos que damos cuentas a Dios y no
a los hombres, que vivimos para su gloria y no para nuestra satisfacción y
nunca olvidemos “amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar
a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el
Señor”. Esta es nuestra esperanza que el único juez justo vengará nuestras
afrentas.
Dios les bendiga abundantemente.
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