TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Mientras José les decía:
¿Qué es lo que han hecho? ¿No saben que un hombre como yo sabe adivinar? Judá
contestó: ¿Qué podemos responderle a usted? ¿Cómo podemos probar nuestra
inocencia?
Dios nos ha encontrado en pecado. Aquí nos tiene usted; somos sus esclavos,
junto con el que tenía la copa”.
Génesis 44. 15 – 16.
Cualquier persona que
conozcamos seguro que podría explicarnos algún error que ha cometido y que
gracias a eso ha aprendido una lección y que nunca volverá a caer en la misma
piedra.
Seamos sinceros, ¿Cuántas
veces no hemos dicho eso y hemos vuelto a caer? No hay refrán más cierto que el
de el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Pero también debemos reconocer que en nuestra vida, nuestros errores nos han servido
para aprender y crecer.
José recordaba su pasado,
recordaba cómo sus hermanos le vendieron, únicamente por ser el hijo menor y
preferido y utilizó a Benjamín para hacer una prueba para ver si ellos habían
cambiado realmente. Y así fue, Judá era un hombre distinto, que aun sin
ser culpable se hizo culpable, que acató la situación, no abandonó a su hermano
menor en medio de esta difícil situación, sino que intentó ocupar su lugar.
Había aprendido de su error, vender a José había estado mal y probablemente
esto fue algo con lo que cargó toda su vida y que puso remedio, se produjo un
cambio.
Al igual que los hermanos de
José todos nosotros cometemos errores, fallamos, hacemos cosas mal, nos
equivocamos y que importante es aprender de estas situaciones. “Cuando lo
vi, reflexioné sobre ello; miré, y recibí instrucción.” Creo que este
texto refleja lo que deberíamos hacer ante nuestros errores, mirarlos,
reflexionar, y que nos sirvan de instrucción, que nos muestren el camino.
David fue un ejemplo de
aprender de los errores, falló muchas veces, cuando decidió transportar el arca
con bueyes, cuando adulteró con Betsabé, cuando mató al marido de esta, cuando
hizo un censo el cual Dios le había dicho que no hiciese, y podríamos añadir
unas cuantas más, y aún así era “conforme al corazón de Dios”.
Había aprendido de sus
errores y clamó a Dios “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu
misericordia; conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones.
Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado.” Estas son
palabras de alguien que ha aprendido de sus errores, de alguien que se ha dado
cuenta de lo que ha hecho mal.
Nuestra oración hoy debiera
ser “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto
dentro de mí”.
Pidamos a Dios que nos ayude
a no tropezar dos veces en la misma piedra, y si caemos levantémonos y roguemos
a Dios que cree en cada uno de nuestros corazones que le amemos y que aprendamos de
los errores.
Dios les bendiga
abundantemente.
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