TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Cuando José contó este
sueño a su padre y a sus hermanos, su padre le reprendió y le dijo: ¿Qué
quieres decir con este sueño que tuviste? ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo
tendremos que hacerte reverencias? Y sus hermanos le tenían envidia, pero
su padre pensaba mucho en este asunto”. Génesis 37. 10 – 11
Las personas ya desde un
primer momento, desde que conocemos a otras personas creamos una imagen y
hacemos juicios sobre su carácter, su forma de ser y decidimos si por cómo es,
nos caerá o no bien. Esto se incrementa conforme conocemos a la persona, poco a
poco vamos viendo sus defectos, sus virtudes.
Algo así es lo que pasó con
José. Su Padre Israel lo amaba más que a sus hermanos, era algo que se podía
notar únicamente observando, la túnica de colores, favoritismos. José no
ocupaba un lugar de privilegio en el círculo de los hermanos. A todo esto Dios
le da un sueño en el cual al José contarlo expresa que tanto sus hermanos como
sus padres se postrarían ante él y le servirían, ante esto hubo una reacción,
sus hermanos le tenían envidia, y la envidia les dominó hasta el punto de
querer matar a José.
Esta situación no es tan
diferente hoy en día, vivimos tiempos difíciles, una época en que pocos hay que
realmente busquen a Dios y cuando aparecen personas así suelen producir las
reacciones que hemos visto antes.
La envidia aparece con
facilidad cuando alguien intenta seguir a Dios de una manera viva, de una
manera real, produce recelos, el exceso de santidad en las personas que no la tienen
no es agradable, produce en ellos rechazo, no por la persona en sí, sino porque
la comunión con Dios en una persona es un espejo para los demás.
Cuando una persona vive en
santidad, está avivada muestra los defectos de los que le rodean y que no están
en esta situación. Si ante este espejo surge la envidia, acaba rompiendo la
relación. Alguien que esta frío o que esta tibio no se sentirá cómodo con
alguien que arde y que le muestra su pecado y defectos.
No es difícil encontrar
personas que sienten envidia por otras, las iglesias están llenas de gente
amargada porque se comparan con los demás y creen que ellos son mejores, llenos
de envidia de los dones que Dios da a otros, personas que en lugar de que las
bendiciones de Dios en otros les motiven para buscar la santidad, lo que hacen
es retraerse y enojarse.
Meditemos y no envidiemos,
no nos separemos, busquemos la santidad que encontramos en otras personas,
porque de esta manera creceremos espiritualmente.
Dios les bendiga
abundantemente.
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