TIEMPO DE REFLEXIÓN
“José trajo a su padre Jacob
y lo presentó a Faraón; y Jacob bendijo a Faraón”.
Génesis 47. 7
Si todos nosotros nos
parasemos a pensar, todos tenemos personas a las que consideramos amigos
íntimos, amigos, conocidos, desconocidos y quizá puede ser que también existan
los enemigos, aquellas personas las cuales no podemos ni ver y que incluso
puede ser que hasta les deseemos mal, aunque no debiera ser así, o que
simplemente cuando algo malo les sucede se produce en nosotros un sentimiento
de alegría un pensamiento de "¡por fin! Te lo merecías"
Jacob estaba llegando el fin
de sus días y aún sigue su peregrinación, ya en su vejez le toca trasladarse a
Egipto, un país extranjero, pero donde su hijo era el segundo del reino, un
sitio en el que los extranjeros tampoco eran excesivamente beneficiados.
A su llegada, gracias al
gran trabajo de su hijo José, Jacob llega ante faraón y "Y Jacob
bendijo a Faraón, y salió de su presencia."
Faraón tenía poder, riqueza,
tierras, ganados, tenía de todo, era el ser más poderoso de la tierra, pero
había algo que le faltaba, no tenía a Dios. Esto era un verdadero problema, y
consiguió un poco de lo que Dios era, por la bendición de Jacob.
La palabra bendecir
significa literalmente alabar, engrandecer o ensalzar, es decir en otras
palabras, hablar bien de otra persona o pedir algo bueno para otra persona;
maldecir en cambio es todo lo contrario. Pero claro es sencillo bendecir a
aquellos que nos caen bien, a nuestros amigos o conocidos, lo hacemos
diariamente, pero ¿qué pasa con aquellos que son nuestros enemigos?
La Biblia es
clara "bendecid a los que os maldicen; orad por los que os
vituperan."
¡Qué difícil es esto! Pero
debiera ser una realidad en nosotros.
Jacob no bendijo a su mejor
amigo, pero la bendición que él había recibido de Dios no dudó en darla a
otros.
Que Dios nos ayude a ser
hijos de Dios que bendicen a los demás.
Dios les bendiga
abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario