TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Entonces Dios se acordó de
Noé y de todos los animales que estaban con él en la barca. Hizo que el viento
soplara sobre la tierra, y el agua comenzó a bajar; se cerraron las
fuentes del mar profundo y también las compuertas del cielo. Dejó de
llover, y el agua comenzó a bajar poco a poco”.
“Cuando al Señor le llegó
este olor tan agradable, dijo: Nunca más volveré a maldecir la tierra por culpa
del hombre, porque desde joven el hombre sólo piensa en hacer lo malo. Tampoco
volveré a destruir a todos los animales, como lo hice esta vez”. Génesis 8. 1 – 3; 8. 21.
Después del comienzo del
Diluvio y la permanencia de las aguas sobre la tierra surgió el principio de la
calma con las palabras, "y se acordó Dios de Noé". Esta es una declaración
significativa y tierna, que nos recuerda que Dios no se olvidó de Noé sino que,
fiel a sus propósitos, intervino nuevamente.
Como consecuencia de ello se
nos dice que "Dios hizo pasar un viento sobre la tierra y decrecieron las
aguas".
Esto no debió suceder tan
rápidamente, en una noche. La crecida de la inundación había durado 150 días y
debieron transcurrir 261 días hasta el comienzo de la calma total.
El lenguaje utilizado aquí,
evidentemente, nos aclara que el Diluvio fue una inundación de toda la tierra,
fue muchísimo más que un diluvio regional.
En incontables ocasiones en
la Biblia vemos a Dios mostrando su amor y paciencia hacia los seres humanos
para salvarlos. Aun cuando Dios ve que la gente se «inclina» hacia el mal,
continúa intentando rescatarla.
Cuando pecamos o cuando nos
apartamos de Dios, sin duda merecemos ser destruidos. Pero Dios ha prometido
que nunca más destruirá toda la tierra hasta el día en que Jesucristo regrese
para destruir para siempre el mal.
Aun en medio del mal trato
del hombre por la naturaleza, viendo las consecuencias de esos excesos en los
fenómenos naturales que están sucediendo en la actualidad, vemos la mano de
Dios sobre Su creación que no son más que un recordatorio de esta promesa.
Dios les bendiga abundantemente.
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