martes, 5 de noviembre de 2019

Tiempo... Génesis 8. 1 - 3



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Entonces Dios se acordó de Noé y de todos los animales que estaban con él en la barca. Hizo que el viento soplara sobre la tierra, y el agua comenzó a bajar; se cerraron las fuentes del mar profundo y también las compuertas del cielo. Dejó de llover, y el agua comenzó a bajar poco a poco”. 


“Cuando al Señor le llegó este olor tan agradable, dijo: Nunca más volveré a maldecir la tierra por culpa del hombre, porque desde joven el hombre sólo piensa en hacer lo malo. Tampoco volveré a destruir a todos los animales, como lo hice esta vez”.   Génesis 8. 1 – 3; 8. 21.

Después del comienzo del Diluvio y la permanencia de las aguas sobre la tierra surgió el principio de la calma con las palabras, "y se acordó Dios de Noé". Esta es una declaración significativa y tierna, que nos recuerda que Dios no se olvidó de Noé sino que, fiel a sus propósitos, intervino nuevamente.
Como consecuencia de ello se nos dice que "Dios hizo pasar un viento sobre la tierra y decrecieron las aguas".
Esto no debió suceder tan rápidamente, en una noche. La crecida de la inundación había durado 150 días y debieron transcurrir 261 días hasta el comienzo de la calma total.
El lenguaje utilizado aquí, evidentemente, nos aclara que el Diluvio fue una inundación de toda la tierra, fue muchísimo más que un diluvio regional. 
En incontables ocasiones en la Biblia vemos a Dios mostrando su amor y paciencia hacia los seres humanos para salvarlos. Aun cuando Dios ve que la gente se «inclina» hacia el mal, continúa intentando rescatarla.
Cuando pecamos o cuando nos apartamos de Dios, sin duda merecemos ser destruidos. Pero Dios ha prometido que nunca más destruirá toda la tierra hasta el día en que Jesucristo regrese para destruir para siempre el mal.
Aun en medio del mal trato del hombre por la naturaleza, viendo las consecuencias de esos excesos en los fenómenos naturales que están sucediendo en la actualidad, vemos la mano de Dios sobre Su creación que no son más que un recordatorio de esta promesa.
Dios les bendiga abundantemente.

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