TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Un día en que Jacob
estaba cocinando, Esaú regresó muy cansado del campo y le dijo: Por favor,
dame un poco de ese guiso rojo que tienes ahí, porque me muero de hambre. (Por
eso a Esaú también se le conoce como Edom.)
Primero dame a cambio tus derechos
de hijo mayor contestó Jacob. Entonces Esaú dijo: Cómo puedes ver, me estoy
muriendo de hambre, de manera que los derechos de hijo mayor no me sirven de
nada”.
Génesis 25. 29 – 32.
Hoy en día se pagan grandes
cantidades por comida de diseño, que sobre todo gracias a los programas de
televisión se han puesto de moda y han conseguido que mucha gente se
especialista en comida minimalista.
Esaú volvió de su trabajo y
se encontró a su hermano y entablaron una conversación: " Y Esaú dijo
a Jacob: Te ruego que me des de a comer un poco de ese guisado rojo, pues estoy
agotado. Pero Jacob le dijo: Véndeme primero tu primogenitura. Y Esaú dijo: He
aquí, estoy a punto de morir; ¿de qué me sirve, pues, la primogenitura?"
Hoy en día la primogenitura
no tiene más sentido que ser el hijo mayor, es más, la palabra primogénito
lleva a nuestra mente a siglos atrás.
Pero para estos dos hermanos
la situación era distinta, la primogenitura era su identidad, marcaba su
futuro, daba una posición superior de herencia, la bendición de su padre por
encima de los hermanos menores y una responsabilidad espiritual en cuanto a la
familia.
Esaú vendió estos
privilegios por un simple plato de lentejas. Muchos hoy en día al leer esto,
quizá se puedan llevar las manos a la cabeza, ¡Cómo Esaú fue capaz de hacer
eso!
Esaú literalmente perdió sus
privilegios por llenar su estómago, por comer algo caliente.
Por ser hijos de Dios
tenemos bendiciones, bendiciones de ser sanados, la bendición de poder ser santificados,
la bendición de agradar a nuestro Padre, y cuantas veces no vendemos estas
bendiciones por saciarnos momentáneamente con cosas que nos libren de algún
problema, con una solución humana. Cuantas veces despreciamos lo que Dios nos
da con saciar nuestro corazón con cosas que en el momento cumplen pero luego
poco a poco nos destrozan y nos apartan de Dios.
La diferencia entre las dos
no es tan grande, y es exactamente lo mismo que cuando nosotros damos rienda
suelta a nuestros deseos, dejando que nuestros instintos naturales y
pecaminosos se apoderen de nuestra voluntad y nos lleven al desenfreno y rompan
nuestra relación con Dios.
¿Qué vamos a hacer? ¿Nos
arrepentiremos o seguiremos viviendo lejos de Dios?
¡La misericordia de Dios
sigue perdonando, no tardemos y arrepintámonos!
Dios les bendiga
abundantemente.
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