TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Un día se dijeron unos a
otros: Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos en el fuego. Así, usaron ladrillos
en lugar de piedras y asfalto natural en lugar de mezcla. Después dijeron:
Vengan, vamos a construir una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo. De
este modo nos haremos famosos y no tendremos que dispersarnos por toda la
tierra.
Pero el Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban
construyendo, y pensó: Ellos son un solo pueblo y hablan un solo idioma;
por eso han comenzado este trabajo, y ahora por nada del mundo van a dejar de
hacerlo. Es mejor que bajemos a confundir su idioma, para que no se
entiendan entre ellos.”
Génesis 11. 3 – 7.
A todos nos gusta que nos
reconozcan nuestros méritos o que simplemente hablen de ello. Es bueno que
seamos ambiciosos en la vida, esto nos lleva a esforzarnos más y a hacer mejor
las cosas, el problema es cuando esa ambición hace que sobrepasemos límites
morales y sobretodo espirituales. Dice el dicho popular que el fin justifica
los medios, pero nunca algo mal hecho podrá realmente justificar un buen
resultado. Nunca una victoria podrá tapar los daños colaterales, es más
importante la situación de los demás que nuestro propio éxito.
En busca del éxito
encontramos en el capítulo 11 de Génesis al ser humano. En ese momento los
hombres se propusieron un objetivo, ser famosos y que nadie se olvide de ellos.
Todos conocemos personas que
hacen cualquier cosa por ser famosos. Estos hombres se empeñaron en ser
recordados y reconocidos por todo el mundo, pero en cambio Dios tenía
otros planes.
¡Qué diferentes son los
planes del Dios y los del hombre! El hombre propone, pero Dios
dispone, “porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos son mis caminos. Declara el Señor”.
La gran diferencia entre
estos hombres y otros que encontramos en la Biblia, como Pablo, Pedro, Elías,
Moisés, David, Josué, etc. Es que mientras aquellos hombres buscaban su fama y
su éxito, estos hombres buscaban que la fama fuese de Dios.
¡Debemos andarnos con
cuidado con buscar la fama y el éxito en la vida!
No sea que nos volvamos
soberbios, y seamos como estos hombres. Nuestra fama debe ser en los cielos, y
la única forma de hacerlo es haciendo que el famoso en la tierra sea Dios, y lo
demostremos con nuestra manera de vivir. Recordemos que por encima de nuestros
planes siempre estarán los de Dios, y que por encima de nuestros torcidos
caminos, está el camino recto y perfecto de Dios.
Dios les bendiga
abundantemente.
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