sábado, 9 de noviembre de 2019

Tiempo... Génesis 12. 1 - 3


TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Un día el Señor le dijo a Abram: Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo”.  Génesis 12. 1 – 3


El llamado de Abram, podríamos denominarlo como un llamado ambicioso e importante. Iba a ser el inicio de una gran nación, la fuente de la que iba a beber toda la humanidad. Abram no lo pudo ver, pero la realidad es que tuvo una descendencia importante y grande, y su nombre es tan grande, que se le denomina como padre entre los judíos.
En su llamado Dios le prometió: “Haré de ti una nación grande, y te bendeciré y engrandeceré tu nombre y serás bendición Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.” ¿Quién no querría un futuro así verdad?
La elección de Abram no fue casualidad, Dios sabía a quién estaba escogiendo, a alguien a quien iba a moldear. No lo escogió por su aspecto físico, ni por su carácter, ni por su fuerza, es más no sabemos mucho de él antes de ser escogido, pero lo hizo simplemente porque así quiso. Igual que cada uno de nosotros, fuimos escogidos por la gracia de Dios.
Ninguno teníamos nada que ofrecer, en nuestra imperfección Dios nos escogió para que a Él se le viese perfecto, así mismo lo expresa Pablo cuando le ruega a Dios que le quite el aguijón que tenía: “bástate en mi gracia, pues mi poder se perfecciona en tu debilidad”. 
Dios no necesita que seamos perfectos, sino que no seamos auto suficientes y entendamos que donde nosotros nos es imposible llegar, su poder se perfecciona y demuestra por nuestra debilidad y carencia lo grande y poderoso que Él es.
Pero cuando Dios hace algo, no lo hace de cualquier manera, no lo hace porque sí, siempre hay un propósito detrás, en el caso de Abram estaba claro “te bendeciré y serás bendición”.
Abram no había sido escogido para su bienestar, su objetivo era bendecir a los demás, hacer lo bueno para los que le rodeaban, para los pueblos de alrededor.
¿Pero cuantas veces falló en su cometido?
Igualmente nosotros al igual que Abram hemos sido escogidos, no por ningún mérito, sino por la gracia de Dios, con un propósito, hacer buenas obras.
El cristianismo no se basa en llenarnos individualmente, sino en llenarnos y compartir con los que nos rodean.
Esas buenas obras que ya han sido preparadas para que como Abram seamos bendición a todos los que están a nuestro alrededor.
Dios les bendiga abundantemente.

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