TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Abram
creyó al Señor, y por eso el Señor lo aceptó como justo”. Génesis 15. 6.
Dios le hizo una promesa a
Abram, le prometió descendencia, sin ninguna duda el propósito de todo ser
humano, que de su carne nazca alguien que siga su legado, y Dios le confirmó a
Abram que esto sería así, “Y Abram creyó en el Señor, y él se lo reconoció
por justicia.”
¡Abram tuvo fe en lo que
Dios le dijo! La palabra fe, en griego es la palabra pistís y
significa literalmente fidelidad.
Abram creyó en el Señor y
eso produjo fe, produjo fidelidad. La justicia produce en nosotros la
obligatoriedad de hacer cosas bien, pero para Dios la justicia de Abram no
estaba en sus hechos, no estaba en los sacrificios, estaba en su fe, en creer
en Dios, en la fidelidad.
Dios no demanda del ser
humano sacrificios ni obras, Dios no espera de nosotros que cumplamos rituales
ni nos azotemos, Dios se agrada en la obediencia y en la fidelidad.
Dios requiere fidelidad de
nosotros, nadie quisiera vivir con otra persona que le engaña y tiene una
relación con un desconocido, pero, ¡cuántas veces no hacemos nosotros eso con
Dios!
En lugar de vivir una vida
fiel, nos convertimos en adúlteros espirituales, cambiando la fidelidad y fe a
Dios por el amor al dinero, al desenfreno, a los placeres de nuestra carne, a
nuestros deseos, a nuestras familias, trabajos y hobbies.
Pero aún en nuestra
infidelidad Dios sigue siendo fiel y tiene misericordia para quienes se vuelven
y se acercan a Él arrepentidos.
Por lo tanto, tengamos fe en
Dios, seamos fieles a nuestra relación con Él y si estamos siendo infieles
volvamos a arreglarnos con Dios.
Su fidelidad y su misericordia
son eternas y nuestra justificación esta en seguir siendo fieles hasta el
final.
Dios les bendiga
abundantemente.
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