domingo, 24 de noviembre de 2019

Tiempo... Génesis 27. 1 - 4



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Isaac estaba ya muy viejo, y se había quedado ciego. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: ¡Hijo mío! Dime, padre —contestó Esaú. Ya ves que estoy muy viejo, dijo Isaac, y un día de éstos me puedo morir. 
Por eso quiero que vayas al monte con tu arco y tus flechas para cazar algún animal. Prepara luego un guisado sabroso, como a mí me gusta, y tráelo para que yo lo coma. Entonces te daré mi bendición antes de morir”.  Génesis 27. 1 – 4.

La verdad es que este tiempo que nos toca vivir sin ninguna duda lo podríamos definir como un tiempo oscuro en cuanto a espiritualidad se refiere. Nadie quiere saber nada de Dios, la gente es reacia a todo lo que tengas que ver con él, en cambio es asombroso lo receptible de la población cuando se trata de ocultismo, lectura de cartas,  invocación de espíritus, etc. Sin ninguna duda el mundo espiritual y más concretamente lo que concierne a satanás tienen una fuerte atracción en el hombre de nuestro tiempo. Las tinieblas a nivel espiritual nos gobiernan, y sin ninguna duda ejercen presión sobre aquellos que si creemos en Dios, pero poco a poco sin darnos cuenta pueden llegar a cubrirnos y a alejarnos de la única y verdadera luz, así, sin verlo nos convertimos en ciegos espirituales.
Isaac era un hombre mayor, que poco a poco se iba a apagando, que había perdido su vista y sentía que la muerte estaba cerca, ante esto llama a Esaú. Isaac demostró que no solamente  había perdido la visión física, sino que sus sentimientos hacia su hijo Esaú, su favorito, le estaba convirtiendo en un ciego espiritual.
En este tiempo en que las tinieblas son tan grandes, que la presión espiritual es tan fuerte, los cristianos también sin darnos cuenta nos volvemos ciegos espirituales. Creemos que hacemos las cosas bien, que andamos conforme a lo que Dios dice, pero los requisitos los marca nuestra mente. Nos hemos convertido en una generación que vive de sus recuerdos y de lo que parece que está bien, y nos hemos olvidado de ver la manera en que Dios nos dice que debemos vivir. Nos hemos metido en una cueva oscura en la que vivimos a oscuras, ciegos espirituales. Solo hay una manera de recuperar la vista, conseguir fuego, y el fuego espiritual no se consigue con mecheros, cerillas o cualquier utensilio moderno, no hay fórmulas mágicas, debemos usar piedras, frotarlas hasta que salte la chispa que nos devuelva la visión.
La oración es la piedra que nos pone en contacto directo a Dios, la que nos acerca a la santidad, la que inicia el proceso de purificación, es el momento en el que el Espíritu Santo nos muestra nuestra iniquidad y la suciedad de nuestro corazón. Es imposible recuperar la vista si no vamos a la luz, sino vamos a Dios. La oración es el colirio que limpia nuestros ojos. Sin oración es imposible ser santo “Y sin santidad nadie verá a Dios”.
La segunda piedra y exactamente igual de importante que la oración. La Biblia es el espejo en que nos miramos, donde se nos ven los defectos, es donde nos identificamos con otros que fueron ciegos y recuperaron la vista. La Biblia nos da las instrucciones para lograr fuego y hacerlo cada día más y más grande. “Inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia.” Para encender el fuego que nos haga ver.
Cuanto más grande y densa sea la oscuridad mayor será la revelación de la luz de Dios.
Busquemos a Dios en oración, pasemos tiempo de calidad con Él y dejemos que la Biblia sea la que nos enseñe, nos corrija y nos devuelva la vista.
Dios les bendiga abundantemente.

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