TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Cuando Abram supo que
su sobrino estaba prisionero, juntó a los criados de confianza que habían
nacido en su casa, que eran trescientos dieciocho hombres en total, y salió con
ellos a perseguir a los reyes hasta el pueblo de Dan.
Por la noche,
Abram y su gente atacaron por sorpresa a los reyes y los persiguieron hasta
Hobá, que está al norte de la ciudad de Damasco, y les quitaron todo lo
que se habían llevado. Así Abram libertó a su sobrino Lot, y recobró todo lo
que era de su sobrino. También libertó a las mujeres y demás gente”. Génesis 14. 14 – 16.
Es increíble lo que puede
llegar a hacer el amor por un ser querido que es herido. El corazón de Abram se
debió doler mucho al enterarse de la noticia y rápidamente, sin pensarlo montó
un ejército con el único objetivo de salvar a su querido sobrino.
Cada uno de nosotros
habíamos sido atrapados por el enemigo, un enemigo que se llama pecado, que nos
controlaba, que nos esclavizaba, que nos había quitado la libertad, un ejército
de maldad que nos había privado de todos nuestros derechos tanto en nuestra
vida, como en la eternidad.
Abram nos sirve de ejemplo
para ver a Dios a través de él, Abram fue con un ejército completo a rescatar a
su sobrino, en cambio Dios, no mandó un ejército, envió a su Hijo, que no había
hecho nada para merecerlo “el cual, aunque existía en forma de Dios,
no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó
a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y
hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2. 8).
Un solo hombre para rescatar
a todos aquellos que crean en Él y le reconozcan como Dios y creador de todo lo
que existe y demuestren que creen pidiendo perdón por sus pecados.
Todos tenemos un destino que
es la muerte eterna, pero solo tomar la mano de Jesús y arrepentirnos de todas
nuestras ofensas puede hacer que tengamos vida eterna y seamos salvados de la
condenación eterna, del infierno.
¡Qué afortunados somos de
haber sido rescatados por Cristo! Pero si nunca hemos pedido perdón a Dios,
este es el momento para hacerlo, mañana quizá sea demasiado tarde.
Reconoce a Jesús como Dios,
pídele perdón por todo lo malo que has hecho y serás rescatado de la esclavitud
que el pecado nos produce.
Dios les bendiga
abundantemente.
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