TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Pero
Sara vio que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham, se burlaba de
Isaac. Entonces fue a decirle a Abraham: ¡Que se vayan esa esclava y su
hijo! Mi hijo Isaac no tiene por qué compartir su herencia con el hijo de esa
esclava.
Esto le dolió mucho a Abraham, porque se trataba de un hijo
suyo. Pero Dios le dijo: No te preocupes por el muchacho ni por tu
esclava. Haz todo lo que Sara te pida, porque tu descendencia vendrá por medio
de Isaac. En cuanto al hijo de la esclava, yo haré que también de él salga
una gran nación, porque es hijo tuyo”.
Génesis 21. 9 - 13
La
verdad es que una característica clave del ser humano es el ser consecuentes.
Cuando se nos mete algo entre ceja y ceja no hay quien nos pare, así ha sido desde
el principio de los tiempos. En toda la historia vemos como el ser humano se ha
propuesto metas y hasta que no las ha logrado no ha dejado de luchar por
lograrlas.
A
veces eso despierta la impaciencia por lograr algo, como le pasó en este caso a
Abraham y Sara, que hizo que habiendo recibido la promesa de que tendrían un
hijo, al ver que tardaba, decidiesen ayudar a Dios a que se cumpliese usando a
Agar. Esto no trajo un final feliz, sino todo lo contrario, un enfrentamiento
entre Agar y Sara, en el cual finalmente Abraham tuvo que mediar y apoyar a
Sara, aunque no fue fácil.
Abraham
y Sara se equivocaron, en un intento desesperado intentaron hacer el trabajo de
Dios, se esforzaron en que lo que Dios les había prometido se cumpliese, pero a
su manera. Utilizaron a Agar como un medio para cumplir lo que Dios les había
dicho.
Tomaron
una decisión equivocada, se olvidaron que aquel que había hecho la promesa era
todopoderoso, que aquel que les había prometido era fiel y verdadero, que Dios
nunca falla y siempre cumple todo lo que dice.
Quizás
podamos sentir que Dios llega tarde y que lo que esperamos de Dios no se
cumple, pero con Dios todo es perfecto.
¡No
tomemos atajos en las decisiones! Una decisión equivocada, como la de Abraham y
Sara no solamente afecta a quienes la toman sino también a los que nos rodean.
Tomar decisiones sin pensar en los demás es egoísta, en cambio, esperar a que
sea Dios el que haga las cosas es de ser prudente y sabio.
Pero
como toda decisión, hay unas consecuencias detrás de ella. La consecuencia de
no haber sabido esperar a Dios fue la separación de un padre y un hijo. Todos
en algún momento hemos tomado alguna decisión equivocada y hemos sufrido las
consecuencias, al igual que Abraham.
Pero
es increíble como Dios trae consuelo a aquel que sufre. Incluso en nuestras
malas decisiones, cuando desobedecemos a Dios, Él es fiel y nos consuela y
utiliza la situación para que aprendamos y nos volvamos a Él.
Quizá
hayamos tomado decisiones que han traído problemas y situaciones complicadas,
pero aún la desobediencia y sus consecuencias las usará Dios para consolarnos,
restaurarnos y perfeccionarnos para que nos parezcamos más a Él.
Dios
les bendiga abundantemente.
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