TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Pero el Señor le dijo a
Abraham: ¿Por qué se ríe Sara? ¿No cree que puede tener un hijo a pesar de su
edad? ¿Hay acaso algo tan difícil que el Señor no pueda hacerlo? El
año próximo volveré a visitarte, y para entonces Sara tendrá un hijo. Al
escuchar esto, Sara tuvo miedo y quiso negar. Por eso dijo: Yo no me estaba
riendo. Pero el Señor le contestó: Yo sé que te reíste”. Génesis 18. 13 –
15
Ya desde muy pequeños nos
surge la naturaleza de hacer el mal, de desobedecer, y no es extraño ver a un
niño de 2 o 3 años como espera al instante en que sus padres han desaparecido
de la escena para hacer aquello que le habían prohibido. En el momento que es
descubierto, nunca admitirá lo que ha hecho, siempre tendrá una excusa, pero
sus padres son más listos que él, realmente no tiene escapatoria, será
castigado y regañado.
No fue muy diferente de la
reacción de Sara. Dios les había prometido un hijo y se apareció a Abraham,
para recordarle que lo prometido sería cumplido, Sara al oír esto rió de
incredulidad. “Y el Señor dijo a Abraham: ¿Por qué se rió Sara, diciendo: ¿Concebiré
en verdad siendo yo tan vieja?... … Pero Sara lo negó, porque tuvo miedo
diciendo: No me reí. Y Él dijo: No es así, sino que te has reído.” Sara se
comportó como una niña intentando ocultar a su padre lo que había hecho mal.
Podemos engañar a los hombres,
a nuestro esposo o esposa, a nuestros padres, a nuestros jefes o nuestros
pastores, pero nunca podremos engañar a Dios, “Dios no puede ser
burlado”. No hay nada que nosotros hagamos que en un momento o en otro no
salgan a la luz, dice el dicho popular que se pilla antes a un mentiroso que a
un cojo. Las mentiras pueden tener un recorrido, pero acaban generando más y
más mentiras.
Debemos ser consecuentes a
nuestros actos, ser capaces de reconocer cuando nos equivocamos, ante los
hombres y ante Dios “El que encubre sus pecados no prosperará, más el que
los confiesa y los abandona hallará misericordia.”
Nada de lo que hacemos es
tan grave como para no recibir perdón. Recibiremos castigo y la consecuencia de
nuestros actos, pero la misericordia de Dios nos alcanzará y una vez pasado el
castigo seremos restituidos, y lo más importante de todo, perdonados.
Dios les bendiga
abundantemente.
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