UN MOMENTO CON DIOS
La llenura del Espíritu Santo
“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. (Efesios 5. 18 – 20)
La vida entera del cristiano
está ligada al Espíritu Santo, desde su inicio y hasta el final. Antes de
hacerse cristiano el Espíritu Santo prepara su corazón para sensibilizarlo al
llamado de Dios. Cuando escucha el mensaje de salvación lo convence de pecado,
justicia y juicio. Cuando recibe a Cristo como Señor y Salvador le da el nuevo
nacimiento espiritual. Cuando inicia su caminar cristiano lo bautiza. Cuando lo
une a la iglesia le da los dones, que junto a los talentos los usa para servir
dentro del cuerpo de Cristo. Y cuando comienza a madurar espiritualmente lo
lleva de un nivel a otro mejor de perfeccionamiento.
En la vida de Jesucristo pasó
algo similar, el Espíritu Santo: lo engendró, lo preparó para el ministerio, lo
llevó al desierto para los 40 días de ayuno y la tentación del diablo, lo dirigió
durante los tres años de ministerio, lo respaldó en todos los milagros y hechos
portentosos, lo llenó siempre con su presencia para que jamás se desviara de la
voluntad del Padre, lo acompañó hasta la cruz, donde le dejó por un momento
para que Él solo llevara los pecados de la humanidad, después lo resucitó, lo
condujo a la diestra del Padre y ahora está cuidando de la iglesia en tanto que
Cristo regresa a la tierra por ella.
La presencia del Espíritu
Santo fue fundamental en la vida de los primeros cristianos tal y como menciona
el libro de “Hechos. ¿Y los hechos de quién? Del Espíritu Santo, a través
de los apóstoles.
Si el Espíritu Santo no
hubiese estado en la iglesia primitiva nada milagroso hubiese pasado ni se
hubiera escrito el Nuevo Testamento. Ahora es entendible el por qué Pablo les
dice a los gálatas que son unos torpes si creen que van a perfeccionarse con
esfuerzos humanos y sin contar con el Espíritu Santo en sus vidas. En
pocas palabras: Si un cristiano no vive dependiendo del Espíritu Santo las 24
horas del día, vivirá en derrota. Dios no nos invita a vivir experiencias
extáticas (de éxtasis, de emociones), ni estáticas (de inactividad) con el
Espíritu Santo, sino a vivir llenos de Él, a caminar con Él, a obrar en Él y a
madurar con Él.
¿Y el Espíritu Santo es Dios?
Sí, lo es, pero cumple un ministerio diferente al del Padre y al del Hijo. Así
como no fue el Padre el que se crucificó, ni el Espíritu Santo, sino el Hijo,
así la obra de guía en la oración, en la adoración y en la vivencia cristiana,
no la están haciendo ni el Padre, ni el Hijo, sino el Espíritu Santo. Dios es
uno, pero un uno que es trino, palabra que es una pluralidad en una
singularidad, tres que son uno solo. No un Dios de tres cabezas, sino uno. Y
cuando en hebreo se habla de UNO “uno compuesto de varios. Por tal razón en
Génesis 1.26 donde está escrito: “Entonces dijo Dios, hagamos al hombre…” En
resumen, entendiendo todo lo anterior del Dios trino, vivamos como dice el
apóstol Pablo: “Que la gracia del Señor Jesucristo (HIJO), el amor de Dios
(PADRE) y la comunión del Espíritu Santo, sean con todos
ustedes.
Dios les bendiga abundantemente.
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