LECTURA
DIARIA:
Génesis
capítulo 26
En el Medio
Oriente no eran inusual las hambrunas, las cuales eran causadas generalmente
por sequías de un año o más de duración. Isaac enfrentó una de estas
hambrunas en la
Tierra Prometida.
Décadas
antes, Abraham había pasado por circunstancias similares.
Lo más
probable es que Isaac se vio tentado a hacer lo mismo que su padre
Abraham. En tiempos de hambruna, muchos descendían a Egipto, porque ellos
contaban con la constante fuente de agua del río Nilo. Sin embargo, Dios
se le apareció a Isaac, y le dijo que no descendiera a Egipto. En medio
de esa advertencia, el Señor le reveló algo aún más importante, el propósito de
su vida.
Esta fue la
primera experiencia personal de Isaac con Dios. Antes era el “Dios de su
Padre”, pero ahora ya podía decir que era también “el Dios de Isaac”.
No sólo eso,
sino que le confirmó personalmente el Pacto que había hecho con Abraham, el
cual era un pacto multi generacional.
La bendición
para Isaac y para su descendencia estaba en esa tierra. Su herencia no
estaba en Egipto ni en ninguna otra tierra más que en Canaán.
En ese
momento ellos vivían allí como extranjeros, pero llegaría el momento en que el
Señor entregaría la
Tierra Prometida a sus descendientes. El Señor también le prometió
que su simiente traería bendición a todas las naciones de la tierra.
Aunque
Abraham descendió a Egipto, él aprendió la lección y no volvió a
regresar. El aprendió a no dejarse llevar por las circunstancias, sino a
buscar la voz y la dirección del Señor. El Señor le dijo a Isaac que no
descendiera a Egipto, y él oyó y obedeció.
Isaac pasó la
primera prueba, pero no la segunda. El cometió el mismo error que había
hecho Abraham cuando Abimelec deseó a su mujer Sara (Gen. 20:2). Isaac también
mintió diciendo que su mujer era su “hermana”.
Pero, a pesar
de su error, de nuevo Dios los protegió abriéndole los ojos a Abimelec, rey de
Gerar.
Isaac mintió
para poner a salvo su vida, pero tal vez no se dio cuenta que estaba poniendo
en riesgo la vida de muchos en el lugar, pues al mentir había abierto la
oportunidad para que tomaran a Rebeca. Pero ella no era soltera, sino
casada, y si alguien la tomaba como su mujer, sería pecado, y eso traería
maldición a las familias del lugar.
Luego que
Dios le confirmara la promesa de tierra y descendencia, Isaac comenzó a sembrar
en la tierra y cultivarla.
Lamentablemente,
la prosperidad de Isaac provocó envidia en los pueblos vecinos, y por ello
comenzaron a atacarlo. Lo que Isaac hizo fue alejarse de ellos.
Isaac regresó
a ver lo que su padre había hecho cavando sus propios pozos. Para Isaac
era muy importante buscar esa fuente de agua. También en esto Dios lo
bendijo, porque lo llevó a descubrir un pozo de aguas vivas: un manantial, lo
cual era muy codiciado en esa región.
Cuando Isaac
fue a Beerseba, Dios se le volvió a aparecer. Isaac construyó allí un altar e
invocó el Nombre del Señor.
Cuando todo
parecía ir en paz con Isaac, de repente se le apareció Abimelec acompañado con
el jefe de su ejército. A primera vista parecía una visita amenazante,
pero luego aclararon que sus intenciones eran otras.
Abimelec
quería llegar a un acuerdo de paz con Isaac, al igual que lo hicieron con su
padre Abraham.
Milagrosamente,
Dios llevó a que los vecinos ya no tuvieran envidia de Isaac, sino que buscaran
la paz con él. Como confirmación, Dios le envió a Isaac una señal.
“Beerseba”
literalmente significa: “Pozo de siete”. También puede significar “pozo
del pacto”, pues un juramento que se declara siete veces era considerado un pacto.
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