LECTURA
DIARIA:
Génesis
capítulo 22
En el
capítulo anterior vimos que finalmente nació el hijo de la promesa,
Isaac.
Esto parece
ir en contra de toda lógica. ¿Cómo podía Dios pedir que matara a su hijo?
¿Acaso no va eso en contra de su naturaleza? Además, si moría Isaac,
también se acabaría con él la promesa.
Es curioso
que Dios dijera: “tu hijo, tu único”. ¿Acaso no tenía también a
Ismael? El Señor se lo dijo así porque lo que le estaba pidiendo tenía
relación con la promesa, e Isaac era el único hijo de la promesa, del pacto.
Abraham no
cuestionó nada. Simplemente hizo lo que Dios le había dicho, al pie de la
letra. A pesar de lo descabellado de la petición, él no dudó, ni siquiera
se tardó.
Dios le pidió
que ofreciera el sacrificio en un lugar específico. Ese sitio no era
cerca, sino que quedaba a dos días de camino. Esto le hubiera dado tiempo
para cambiar de opinión. Pero el texto no transmite duda de su parte.
Ese no era
“cualquier” lugar. El monte al que se dirigían era llamado “Moriah”, que
puede traducirse de dos formas: Escogido de Dios, Mi maestro es Yah. (Jehová)
¿Por qué Dios
escogió Dios ese lugar? ¿Qué es lo que Dios quiere enseñar allí? Abraham
no entendía en ese momento, pero la respuesta vendría después. A lo largo
de la historia de Israel este monte vuelve a surgir una y otra vez como un
lugar central en el plan de Dios.
Al llegar al
pie del monte, Abraham subió con su hijo sólo ellos dos.
Es curioso
que él dijera que él y su hijo volverían, ya que él sabía que estaban subiendo
al monte para sacrificar a Isaac.
Abraham tal
vez no entendía lo que Dios le había pedido ni lo que iba a pasar, pero una
cosa sí sabía: Si Dios lo había dicho, de alguna forma Él cumpliría la promesa.
Abraham estaba
profetizando al decir que el Señor iba a proveer. Esa profecía no sólo
era para esa ocasión, sino para todos los tiempos, pues el Señor también
proveyó “el Cordero que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Aquí no sólo
vemos la firme y determinada obediencia de Abraham, sino también la mansedumbre
de Isaac, quien no peleó.
La intención
de Dios no era que muriera Isaac, la intención de Dios era poner a PRUEBA la FE de Abraham, tal como lo
dice el primer versículo de este capítulo.
Abraham estaba
dispuesto a sacrificar a su hijo porque él tenía la fe, la seguridad, que Dios
era lo suficientemente poderoso para levantarlo de los muertos.
Dios le había
dado la promesa, y Él había cumplido con darle un hijo en su vejez. Para Dios
nada es imposible, y si Él prometió, Él cumpliría su promesa a como dé lugar.
Tal como
había profetizado Abraham, Dios proveyó para el sacrificio.
En este
contexto, Dios vuelve a confirmar Su Pacto con Abraham.
No hay comentarios:
Publicar un comentario