UN MOMENTO CON DIOS
Una petición grande.
“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dé.” (Juan 15. 16)
En la promesa de Dios que
encontramos en Juan 14.14 “Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré”, a
menudo las personas creen que el versículo implica: “Si pides cualquier
cosa, lo haré”, pero pasan por alto la frase más esencial: “en mi nombre”.
Pedir en el nombre de Cristo
tiene dos significados. Primero, los creyentes debemos pedir por asuntos
que armonicen con el plan de Dios. Para hacerlo, necesitamos preguntarle si
nuestras oraciones coinciden con Su voluntad.
Dios tiene varias formas de
asegurarnos si estamos en el camino correcto. Por ejemplo, puede aumentar los
anhelos correctos o disminuir los incorrectos.
Otra posibilidad es que usará
Su Palabra para redirigir nuestros pasos o confirmar que estamos yendo por el
camino correcto.
De cualquier manera, Dios
creará una senda para que hagamos Su voluntad.
Segundo, invocar el
nombre de Cristo significa que deseamos glorificarlo.
Santiago hace esta
advertencia: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en
vuestros deleites” (Santiago 4. 3). Para entender eso, consideremos como
ejemplos a los que oran para salir de un problema económico.
La pregunta es: ¿quiere
la persona salir de sus deudas para tener más dinero o para poder utilizar lo
que tiene de manera que honren al Señor?
Los motivos son evidentes para
Dios, y no favorecerá a quienes están arraigados en el pecado.
En el nombre de Jesucristo hay
poder abundante. Sin embargo, invocarlo en oración no es un amuleto para
obtener lo que queremos. Más bien, es una señal de que estamos dejando a un
lado nuestros deseos personales y nuestra manera de hacer las cosas.
Al hacerlo, nos comprometemos
a seguir a Dios y honrarle.
Dios les bendiga abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario