martes, 15 de febrero de 2022

Un momento... En las manos de Dios

 


UN MOMENTO CON DIOS

En las manos de Dios

 

“Se acercó Abraham y le dijo: ¿Destruirás al justo junto con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿Destruirás y no perdonaras a aquel lugar por amor a los cincuenta justos que están dentro de él?” (Génesis 18. 23 – 24) 

 

¿Con quién conversaba Abraham cuando intercedió para que Sodoma no fuera destruida? Según la escritura ¡conversaba con Dios! Por eso, después de mencionar la posibilidad de que en la impía ciudad apenas hubiera cincuenta justos dice: “¿Matar al justo junto con el malvado, y que ambos sean tratados de la misma manera? ¡Jamás hagas tal cosa! Tú, que eres el juez de toda la tierra, ¿No harás justicia?

Abraham lo llama «el Juez de toda la tierra». Y porque Abraham sabía que hablaba con el Señor, y además sabía de su gran misericordia, decidió interceder por la impía ciudad. “¿Había en Sodoma al menos cincuenta justos?”

«¡Cuarenta y cinco?» «¡Cuarenta?»

Gradualmente fue bajando el número hasta llegar a diez:

«No se enoje ahora mi Señor; solo hablaré esta vez: quizá se encuentren allí diez. “No la destruiré —respondió Jehová—, por amor a los diez” (vers. 32).

Y hasta diez llegó, pensando quizá que la misericordia de Dios no podría llegar más lejos.

¿Qué habría sucedido si Abraham no se hubiera detenido en diez?

No  lo sabemos, pero esto si sabemos: de acuerdo al relato, solo había un justo en Sodoma: su sobrino Lot, y Dios, en lugar de destruirlo con los impíos, lo libro. Y no solo lo libro a él, sino también a su esposa, y a sus dos hijas.

¡Así actúa el Juez de toda la tierra»!

¡Ese es nuestro Señor y Dios; nuestro misericordioso Padre celestial!

Con temor reverente, Abraham se atrevió a interceder por la degradada ciudad, pensando quizá que, con su conducta, estaba ofendiendo a Dios. ¡Cuán equivocado estaba!

De su experiencia el patriarca aprendió de primera mano una preciosa lección que todos aprendemos: Dios «no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro. 3. 9).

Si él, Abraham, estaba interesado en la salvación de los perdidos, ¡más interesado estaba Dios!

Dios nos llama a interceder también a nosotros, en esta sociedad, somos llamados a clamar a Dios por los perdidos. Dios sigue buscando a aquellos que están lejos de Él.

Dios les bendiga abundantemente.

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