martes, 14 de julio de 2020

Tiempo...Lucas 15. 11 - 24



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.

Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse”.
Lucas 15.11 - 24.

La parábola del hijo pródigo nos presenta a un muchacho que considera a su padre como un obstáculo para su felicidad y que se va, lejos de su presencia, a dilapidar locamente todo lo que había recibido de él.
Luego lo vemos, lejos y habiendo perdido toda su herencia en la más completa miseria. Recién allí se da cuenta de su error y reconoce todo lo que había perdido, y ahí es cuando recuerda a su padre y todas sus enseñanzas. Y entonces toma la acertada decisión de regresar a su casa.
Con que maravillosa sorpresa se encuentra al ver a su padre salir a recibirlo con los brazos abiertos que lo abraza perdonando todos sus errores.
De la misma forma DIOS nos recibe a cada uno de nosotros cuando venimos a EL cargando nuestras miserias por haber vivido lejos de la casa de nuestro Padre Celestial.
¡Qué inmenso amor demostrado en forma práctica que tiene DIOS por nosotros!
¡Qué hermoso es saber que ÈL siempre está dispuesto a perdonarnos y recibirnos con sus brazos abiertos!
¡Si todavía no hemos vuelto a la casa del Padre, no lo dudemos ni un minuto más, regresa ÈL nos está esperando!
Dios les bendiga abundantemente.

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