viernes, 24 de julio de 2020

Tiempo... Colosenses 2. 8



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Tengan cuidado de no dejarse esclavizar por ninguno que les venga con argumentos humanos, fundados en filosofías de este mundo, y que no tienen el respaldo de Cristo.” Colosenses 2.8.


No permitan que nadie los esclavice, les dijo el apóstol Pablo a los cristianos de una iglesia de aquel entonces situada en la ciudad de Colosas.
¿Cómo puedo permitir que alguien me esclavice?… De muchas maneras. Pero, en primer lugar, debemos saber que Dios nos diseñó para que vivamos libres. No en libertinaje pero sí en libertad verdadera que es, al fin y al cabo, una de las principales metas anheladas por todo ser humano. El archienemigo de Dios hará todo lo que le permitamos hacer para llevarnos a una posición de sometimiento.
Es así como algunos se dejan esclavizar por el abuso de sustancias, conductas, hábitos o prácticas que, sin ser inherentemente malas, se tornan nocivas desde el momento en que comienzan a dominar. Yo no me dejaré dominar de ninguna, exclamó el apóstol Pablo.
Otros, en cambio, se ven esclavizados a su propio pasado. Recuerdos traumáticos o escenas de su crianza de las cuales no logran escapar cada vez que asoman en sus mentes cual fantasmas.
Pero hay también, y  que a ese caso se refería la advertencia dada a los colosenses, quienes se dejan esclavizar por personas. Y no estamos hablando de secuestradores, raptos o delitos de privación de la libertad.
Pero hay cierta clase de influencia subyugadora, ejercida por personas cercanas que pueden llegar a privarnos del uso de nuestro derecho de decidir y de razonar para vivir una vida de servidumbre a su lado. Así, cónyuges son sometidos a un maltrato psicológico crónico. Empleados que “soportan” a sus empleadores hasta que, en un arranque de ira, explotan y reclaman sus derechos dejando atrás años de opresión laboral.
Amistades insanas que asfixian y controlan, privando al otro de su libertad y atrofiando el desarrollo afectivo con sus celos enfermizos. Casos, casos y más casos de relaciones interpersonales esclavizantes.
¡Soltemos esas amarras! ¡Defendamos nuestross derechos! Que nunca nos hagan creer que somos lo que no somos.
Reclamemos, confrontemos con amor. No nos venguemos, no paguemos con la misma moneda, no murmuremos, no permitamos que la ofensa nos controle, que no se ponga el sol sobre nuestro enojo.
Refugiémonos en Dios, sepamos que Él nos cuida ¡y vivamos libres!, en la libertad con que solamente Cristo puede hacernos libres.
Dios les bendiga abundantemente.

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