viernes, 31 de julio de 2020

Tiempo... Lucas 8. 40 - 48



TIEMPO DE REFLEXIÓN

Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban. Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa; porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo.
Y mientras iba, la multitud le oprimía. Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz”. Lucas 8. 40 – 48.

En medio de la multitud que lo recibía con gozo, viene a buscar a Jesús, Jairo un varón judío principal de una sinagoga con un pedido  urgente. Su hija de doce años se estaba muriendo. Jesús sin dudarlo acude ante el pedido desesperado de este padre que en medio de tanta gente se había abierto camino para llegar a Él.
Mientras iba a casa de la niña, en medio de la multitud, aparece una mujer que padecía hace doce años de una enfermedad que ningún médico había podido curar. Años buscando ayuda para sanar ese mal que la aquejaba, había gastado todo lo que tenía y ya no le quedaba nada.
Sin embargo no dudo en su corazón y cuando vio pasar a Jesús, su fe la llevó a tocar Su manto. Tan solo eso le bastó y el milagro se produjo; ese flujo de sangre con el que había cargado por doce años, se detuvo.
Jesús inmediatamente se dio vuelta, Él sabía que había ocurrido un milagro. La mujer aún temerosa por haber tocado el manto de Jesús y haber detenido por un momento al maestro, se arrodilla ante EL conmovida por su sanidad.
Entonces Jesús pronuncia las palabras más hermosas que salen de su boca, para alguien que espera una sanidad tantos años: “Hija, tu fe te ha salvado, ve en paz”.
Que maravilloso es confiar en Jesús ante toda situación que estemos pasando. No importa el tiempo, ni la enfermedad, ni el problema, ni aunque todos los recursos estén agotados.
Jesús siempre está dispuesto a ayudarnos, aunque haya mucha gente alrededor y parezca que EL está ocupado en algo más importante. El Señor siempre está dispuesto a hacer ese milagro que tanto necesitamos, no dudes en acudir a EL. Aunque creas que ya no te queda nada lo único que necesitas es fe.
DIOS les bendiga abundantemente.

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