TIEMPO
DE REFLEXIÓN
Cuando
volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le
esperaban. Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la
sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su
casa; porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba
muriendo.
Y mientras iba, la multitud le oprimía. Pero una mujer que
padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en
médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, se le acercó
por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su
sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando
todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y
oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien
me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. Entonces,
cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose
a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado,
y cómo al instante había sido sanada. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha
salvado; ve en paz”. Lucas 8. 40 – 48.
En
medio de la multitud que lo recibía con gozo, viene a buscar a Jesús, Jairo un
varón judío principal de una sinagoga con un pedido urgente. Su hija de doce años se estaba
muriendo. Jesús sin dudarlo acude ante el pedido desesperado de este padre que
en medio de tanta gente se había abierto camino para llegar a Él.
Mientras
iba a casa de la niña, en medio de la multitud, aparece una mujer que padecía
hace doce años de una enfermedad que ningún médico había podido curar. Años
buscando ayuda para sanar ese mal que la aquejaba, había gastado todo lo que
tenía y ya no le quedaba nada.
Sin
embargo no dudo en su corazón y cuando vio pasar a Jesús, su fe la llevó a
tocar Su manto. Tan solo eso le bastó y el milagro se produjo; ese flujo de
sangre con el que había cargado por doce años, se detuvo.
Jesús
inmediatamente se dio vuelta, Él sabía que había ocurrido un milagro. La mujer
aún temerosa por haber tocado el manto de Jesús y haber detenido por un momento
al maestro, se arrodilla ante EL conmovida por su sanidad.
Entonces
Jesús pronuncia las palabras más hermosas que salen de su boca, para alguien
que espera una sanidad tantos años: “Hija, tu fe te ha salvado, ve en paz”.
Que
maravilloso es confiar en Jesús ante toda situación que estemos pasando. No
importa el tiempo, ni la enfermedad, ni el problema, ni aunque todos los
recursos estén agotados.
Jesús
siempre está dispuesto a ayudarnos, aunque haya mucha gente alrededor y parezca
que EL está ocupado en algo más importante. El Señor siempre está dispuesto a
hacer ese milagro que tanto necesitamos, no dudes en acudir a EL. Aunque creas
que ya no te queda nada lo único que necesitas es fe.
DIOS
les bendiga abundantemente.
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