TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“El
Señor no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las
apariencias, pero el Señor mira el corazón.” 1
Samuel 16.7
Las
nuevas tecnologías han aportado mucho al mundo de la ciencia. En la
arqueología, por ejemplo, las pantallas con láser permiten penetrar los mantos
forestales tras los que se ocultan pirámides, templos y ciudades enteras
ocultas debajo de la jungla. Por medio de esto fue posible descubrir evidencias
de verdaderos tesoros que han estado por años y años escondidos entre la
forestación que ha crecido sobre ellos.
Algunas
veces nuestras vidas se parecen a estas antiguas ruinas. Todo lo valioso que
somos está cubierto y escondido debajo de otras cosas que tapan dicho valor.
Resentimientos, iras contenidas, enojos y heridas van creciendo sobre nuestras
personas como capas espesas que nos cubren.
Sin
embargo, Dios mira más allá de lo que se ve. No hay apariencias que limiten Su
mirada.
Ése es el principio que se sostiene en todas las elecciones hechas por Él a lo largo de los tiempos. Vio en un simple pastor de ovejas llamado David a un gran rey conforme a su corazón. En un Moisés, tartamudo y despatriado, vio al mejor líder que haya existido en todos los tiempos.
Ése es el principio que se sostiene en todas las elecciones hechas por Él a lo largo de los tiempos. Vio en un simple pastor de ovejas llamado David a un gran rey conforme a su corazón. En un Moisés, tartamudo y despatriado, vio al mejor líder que haya existido en todos los tiempos.
En
Oseas, un profeta casado con una mujer infiel, al mejor portavoz del amor fiel
de Dios para nosotros; y en María y José, ciudadanos simples de Belén, a los
encargados de criar a su propio Hijo. Y así podríamos continuar la lista solo
para encontrar siempre la misma lógica divina.
Hoy
la elección de Dios sigue la misma regla. Ve más allá de lo que nosotros
podamos ver y nos valora de modo muy diferente de lo que nuestra historia ha
dejado marcado. Nos invita a despojarnos de eso y a vestirnos de lo nuevo que
Él tiene para nosotros.
Lo esencial, es invisible a
nuestros ojos, y Dios lo ve todo.
Dios les bendiga
abundantemente.
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