TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“YO
soy el camino, la verdad y la vida” Juan 14.6.
El
ser humano ha intentado huir de la debilidad a través de toda su historia. Es
que sentirse débil asusta. Percibirnos débiles despierta nuestros peores
fantasmas. Quizá por ello, reinos y poderes de todos los tiempos invirtieron la
mayor parte de sus riquezas en la construcción de fortalezas. Basta observar
las torres y cercos de los castillos medievales que aún existen en varias
partes del viejo mundo para darnos cuenta de lo necesario que fue siempre para
el ser humano sentirse fuerte y seguro. Cuanto más alto era un castillo, menos
opción de traspasarlo e invadirlo tenían sus enemigos.
Basta
aclarar que, de todas maneras, nada de eso sirvió para que los reinados
pudiesen mantenerse imperecederos a pesar de todo. Y así somos los seres
humanos, levantamos barreras unos con otros a fin de preservar lo que nos da
seguridad. Las ideologías, las creencias, las costumbres y los mandatos ofician
como castillo seguro. Nos atrincheramos detrás de todo eso porque así sentimos
amarrada nuestra identidad. De hecho, esto no es malo, sino que por un lado nos
sostiene y nos constituye. El riesgo es que también así cercamos nuestros
pensamientos impermeabilizándolos de la apertura hacia lo nuevo.
Seguramente
Jesús abrió un nuevo modo de pensar las seguridades al decir: YO soy el camino,
la verdad y la vida. Su invitación es a seguirlo a Él como persona y no como
dogma. Como compañero de camino y no como militar a obedecer, como verdad que
modifica y transforma y no como certeza que cierra y encadena.
Nuestras
zonas fuertes solamente encuentran seguridad cuando se amarran en la esencia de
su persona. Lamentablemente, muchos temen acercarse a Dios por miedo a quedar
aprisionados detrás de una religión. No es esta la invitación del Maestro.
Abrirnos a la persona de Dios es abrirnos a la grandeza de su verdad. Esto no
se agota jamás, sino que encuentra sus infinitos sentidos en la propia
experiencia con Él. Tu camino tendrá vida y verdad si está determinado a seguir
sus huellas.
Si
miramos a Jesús solo con los ojos de la ideología, no lo veremos a Él sino a
una doctrina, animémonos a conocerlo a Él, al Señor Jesucristo, autor y
consumador de nuestra historia.
Dios
les bendiga abundantemente.
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