TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Bendito
sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios
de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones,
para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier
tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por
Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de
Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación”. (2
Corintios 1. 3 – 5)
Dios
es el Dios de toda consolación. Es el primero que nos trae consuelo y nos
conforta.
Cuando
otra persona nos consuela, el consuelo es pasajero, es momentáneo. Pero cuando
Dios mismo nos consuela, el consuelo es profundo y permanente. Buscar el
consuelo de Dios nos trae esperanza.
Consuelo
y esperanza van de la mano. Si Dios me consuela, puedo mirar para adelante y
creer que las cosas pueden cambiar. Si creo que las cosas pueden cambiar,
recibo consuelo en esa certeza.
Todo esto tiene un propósito: que nosotros también podamos consolar a otros desde el consuelo del Señor. Si sufrimos es para que Dios nos consuele, y si nos consuela es para que nosotros también consolemos a otros.
Todo esto tiene un propósito: que nosotros también podamos consolar a otros desde el consuelo del Señor. Si sufrimos es para que Dios nos consuele, y si nos consuela es para que nosotros también consolemos a otros.
Lo
importante de todo esto es que Cristo es nuestro consuelo. Nadie más. Podemos
por supuesto buscar consuelo en las personas, pero primero deberíamos buscarlo
en Cristo, sino nuestro consuelo va a ser incompleto.
Si consuelo desde la lógica humana, estoy también consolando de manera incompleta. El consuelo se trata de Dios derramando su gracia sobre nosotros a través de Cristo Jesús, su provisión de paz para nuestro interior.
Si consuelo desde la lógica humana, estoy también consolando de manera incompleta. El consuelo se trata de Dios derramando su gracia sobre nosotros a través de Cristo Jesús, su provisión de paz para nuestro interior.
Así
se manifiesta la gracia en este caso. Su gracia es el consuelo. De la
misma manera, es la gracia de Dios, que recibo por medio de Cristo, la que
debería conducir nuestras decisiones y nuestros pensamientos para evitarnos la
mayor cantidad posible de sufrimientos.
Es
Cristo el que tiene que ser nuestra sabiduría. La sabiduría humana se basa en
las apariencias, pero la de Dios se basa en Cristo.
Dios
les bendiga abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario