TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Al
salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla
delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida
eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino
sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No
mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra
a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo
esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó,
y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él,
afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.” Marcos
10.17 – 22.
En
el Antiguo Testamento las bendiciones eran terrenales y las riquezas
consideradas como una prueba del favor de DIOS. (Deuteronomio 8.18).
De
ahí, el asombro de los discípulos; cuando se acercó a Jesús un joven hombre en
apariencia bendecido por DIOS, amable, de conducta irreprochable, dispuesto a
hacer el bien.
Sin
embargo el Señor lo dejó partir, porque había algo que le impedía seguirlo.
Si
tales ventajas no daban acceso al reino de DIOS, ¿Quién podría ser salvo?
Entonces Jesús les responde, la salvación es
una cosa imposible para los hombres; solo DIOS ha podido cumplirla.
El
Señor no condena aquí a los ricos, sino a los que confían en las riquezas.
Seguirlo a Jesús implica inevitablemente renunciamientos que, para algunos,
pueden ser dolorosos.
Pero
que seguramente resultarán en bien, si el Señor los requiere para nuestra vida,
porque además sentiremos el gozo de saber que lo hemos agradado a EL.
Si
Jesús dio su vida por nosotros, como permitir que algo terrenal nos separe de
Su amor y de lo maravilloso que es ser su discípulo.
No
dejemos que nada nos separe de Su amor.
Dios
les bendiga abundantemente.
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