TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Tu
palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi camino.” Salmo 119.105
En la actualidad es común ver personas que desconocen totalmente la verdad acerca de la Palabra de Dios. No solamente no la conocen, sino que la desprecian. Creen que es algo pasado de moda. Dicen que el texto está descontextualizado para nuestro presente y que ya resulta imposible cumplir con los preceptos divinos, sin hacer el ridículo. Ignoran y rechazan a Dios mismo sin tenerlo en sus vidas.
Sin
embargo, cuando la injusticia se les hace presente suelen preguntar: ¿dónde
está Dios en esto? Es llamativo observar la cantidad de oferta literaria que
existe en cualquier parte del mundo, ya no solamente en soporte papel sino
también en el ciber espacio. Sagas completas, enciclopedias, libros de
autoayuda y de vida natural, todo lo que quieras leer a un solo clic.
¿Y
la Palabra de Dios? Lejana, ausente. Ausente de las librerías, ausente también
del corazón de los seres humanos.
Por
otra parte en el ámbito cristiano abunda la oferta. Diversas versiones, tapas
cada vez más originales, letra grande, letra chica, Biblias de estudios y
Biblias con devocionales incluidos… ¡Tanto para elegir y tan poca disposición a
leerla y encontrar en ella la gracia para vivir!
De
un lado y del otro, lo que Dios quiere decirnos, queda silenciado y causa vacío
de significados y falta de propósito.
Es sabido que durante muchas décadas la Biblia fue utilizada, mejor dicho, mal utilizada, para dominar, para imponer por la fuerza la cruz para matar y castigar generando odio y sometimientos.
Es sabido que durante muchas décadas la Biblia fue utilizada, mejor dicho, mal utilizada, para dominar, para imponer por la fuerza la cruz para matar y castigar generando odio y sometimientos.
¡Nada
más lejano que lo que realmente Dios quiso dejarnos con su Palabra!
La
historia de la humanidad tiene ciclos repetitivos. En la época antigua
alrededor del 500 a.C., hubo un hombre llamado Esdras. Éste era un sacerdote y
un maestro. Se decía de él que su corazón estaba preparado para estudiar la ley
de Dios y para aplicarla. Su vida estaba acorde con lo que leía y enseñaba.
Cuando el pueblo reconstruyó el orden político y social, Esdras condujo la
revolución espiritual más importante. No lo hizo por la imposición de un dogma
sino por la influencia positiva de su vida y su enseñanza.
Hoy
en día, cada uno de nosotros, podemos ser agentes de cambio en medio de esta
sociedad tan corrompida donde vivimos; no solo conociendo la Palabra de Dios,
sino predicando y enseñándola con nuestra vida. Con ejemplos vivos cada día de
que es posible y hermoso vivir como Dios quiere haciendo cada día Su voluntad.
Dios
les bendiga abundantemente.
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