TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Porque
la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo
Jesús Señor nuestro.” Romanos 6. 23
Dios
nos libró de un destino de muerte. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros,
en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando
ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo
enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más,
estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que
también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos
recibido ahora la reconciliación.” Romanos 8. 8 – 11.
El
Señor con su muerte en la cruz nos ha declarado inocentes de nuestro pecado
cuando dice en Romanos 8.1: “Ahora, pues, ninguna condenación hay
para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu”. Tenemos que entender que este acto fue totalmente obra
del amor de Dios, al enviar a su Hijo al mundo.
Sólo
Jesús pudo quitar el pecado con su sacrificio en el calvario ya que el ser
humano no puede salvarse a sí mismo. Porque Dios quiso salvarnos de ese castigo
proveyó la única salida: el sacrificio perfecto de su Hijo.
Este acto de amor y misericordia nos permitió acercarnos a Dios como hombres y mujeres, limpios, puros y santos.
Este acto de amor y misericordia nos permitió acercarnos a Dios como hombres y mujeres, limpios, puros y santos.
Esto
no tiene nada que ver con algo que hayamos hecho; sino con el derramamiento de
la sangre de Jesús. Es por eso que podemos decir que hemos sido “lavados en la
sangre” que es la única manera de quitar la mancha del pecado.
Al ser justificados, o sea declarados inocentes, podemos estar en la presencia del Dios Santo y Perfecto, porque Él nos ve ahora lavados con la sangre de su Hijo; la pena por todos nuestros pecados, pasados, presentes y futuros ha sido ya pagada; ahora nos ve también como sus hijos.
Al ser justificados, o sea declarados inocentes, podemos estar en la presencia del Dios Santo y Perfecto, porque Él nos ve ahora lavados con la sangre de su Hijo; la pena por todos nuestros pecados, pasados, presentes y futuros ha sido ya pagada; ahora nos ve también como sus hijos.
El
saber que nunca enfrentaremos la condenación debe motivarnos a tener una
relación personal de amor, sincera y continua con Él.
Dios
les bendiga abundantemente.
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