TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Así
se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando
el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se
descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque
raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón
le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se
dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los
hombres, y has vencido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu
nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo
allí.” Génesis
32. 24 – 29
Las
bendiciones de Dios están a nuestro alcance, pero muchas veces tendremos que
luchar por ellas. El episodio con Jacob nos enseña que Dios nos bendecirá. Si
verdaderamente queremos la bendición tenemos que estar dispuestos a luchar por
ella.
Jacob
huye de su hermano Esaú, quien quería matarlo porque le quitó la bendición de
la primogenitura. Jacob vivió por un tiempo con su tío Labán y Dios lo
prosperó, pero llego el día cuando Dios le dijo que tenía que regresar a su
tierra, y en obediencia Jacob regresó. Envió un mensaje a Esaú para informarle
que estaba en camino y la respuesta fue alarmante.
Jacob
tuvo gran temor y se angustió, pero esta vez no huyó porque él confió en la
promesa de Dios. Clamó a Dios reconociendo que no era merecedor de todas las
bendiciones que había derramado sobre él; sólo buscaba su protección.
La
oración es imprescindible para recibir la bendición pero muchas veces cuando
oramos pedimos que Él apruebe nuestra voluntad, y se nos olvida someternos a
sus mandamientos. Por eso la Biblia dice: “Pedís, y no recibís, porque pedís
mal, para gastar en vuestros deleites”.
(Santiago
4.3).
Tal
fue la bendición a Jacob que ya no se llamaría “suplantador”, sino Israel, o
sea “Dios prevalece”. Esto nos demuestra notoriamente que Dios no mira nuestro
pasado; Dios mira lo que podemos llegar a ser.
La
Palabra de Dios nos dice: “Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se
echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron.” (Génesis 33.4).
El
encuentro con su hermano después de 20 años, que Jacob tanto temía,
no sucedió como él pensó sino como Dios había planeado, una escena de perdón,
reconciliación y restauración de la familia. Esto es lo que Dios busca de su
pueblo; que esté dispuesto a perseverar en toda ocasión con oración y ruego,
pues Dios probará nuestra fuerza espiritual.
En
situaciones difíciles no podemos desmayar ni desanimarnos, tenemos que
perseverar y reclamar la bendición de Dios asidos de Él diciéndole: “No te
dejaré, si no me bendices” y con seguridad recibiremos.
Dios
les bendiga abundantemente.
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