TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le
apretaban. Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,
y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada
había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por
detrás entre la multitud, y tocó su manto.
Porque decía: Si tocare tan
solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y
sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús, conociendo en
sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo:
¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud
te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver
quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo
que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la
verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de
tu azote.” Marcos 5.24 - 34
Sólo el toque de la fe es lo que libera el poder sanador de
Dios. La sanidad de espíritu, alma y cuerpo, SANIDAD DIVINA.
La palabra griega que significa: “sanar, salvar, hacer sano
o completo” aparece en este pasaje.
En este encuentro con la mujer con el flujo de sangre, que
toca el borde de la túnica de Jesús, y Jesús le dice: “Hija, tu fe te ha
salvado”. La palabra “salvado”, se usa en el sentido de la relación restaurada
con Dios por medio de la fe. Esto nos muestra el gran interés de Jesús de
restaurar al ser humano en su totalidad.
Toca con tu fe a Jesús hoy y permite a Él sanar esa área de tu vida que todavía te esclaviza, Él sólo quiere que tengas fe y te cobijes con su manto de misericordia.
Entendamos que para nuestra frágil condición humana, a veces son ineficaces los remedios humanos, más si se trata de las enfermedades espirituales necesitamos de la sanidad divina.
Toca con tu fe a Jesús hoy y permite a Él sanar esa área de tu vida que todavía te esclaviza, Él sólo quiere que tengas fe y te cobijes con su manto de misericordia.
Entendamos que para nuestra frágil condición humana, a veces son ineficaces los remedios humanos, más si se trata de las enfermedades espirituales necesitamos de la sanidad divina.
Quizás nos hallemos perdiendo tiempo y dinero buscando la
solución donde no es. Jesús es el Médico por excelencia, por eso acerquémonos
confiadamente, y con fe para alcanzar su favor. Él quiere sanarnos
integralmente en nuestro cuerpo, alma y espíritu.
Dios les bendiga abundantemente.
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