miércoles, 12 de febrero de 2020

Tiempo... 1 Reyes 8. 22 - 25



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Luego se puso Salomón delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel, y extendiendo sus manos al cielo, dijo: Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón; que has cumplido a tu siervo David mi padre lo que le prometiste; lo dijiste con tu boca, y con tu mano lo has cumplido, como sucede en este día.
Ahora, pues, Jehová Dios de Israel, cumple a tu siervo David mi padre lo que le prometiste, diciendo: No te faltará varón delante de mí, que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden mi camino y anden delante de mí como tú has andado delante de mí”.   1 Reyes 8. 22 – 25

Salomón, en actitud de sumisión y reverencia, con sus manos levantadas al cielo, frente a su pueblo, muestra la grandeza y majestad del Dios Único, reconociendo que Dios es Dios de pactos, el hacedor y guardador de las promesas, que cumplió la promesa dada a su padre David. La promesa a David fue: “Si tus hijos guardan su camino, andando delante de mí con fidelidad, con todo su corazón y con toda su alma, no te faltará hombre sobre el trono de Israel”.
Salomón conocía el corazón de Dios y cuán grande era el amor de Él.
Y su oración continua: “Con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti; que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar del cual has dicho: Mi nombre estará allí; y que oigas la oración que tu siervo haga en este lugar. Oye, pues, la oración de tu siervo, y de tu pueblo Israel; cuando oren en este lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha y perdona”. 
1 Reyes 8.28 – 30.
Eso es exactamente lo que también Daniel hizo mientras estuvo cautivo en Babilonia; siempre abría su ventana hacia Jerusalén, y oraba hacia el Templo, y confesaba los pecados de la nación y de él mismo. Eso es lo que debemos hacer nosotros, orar por nuestro pueblo, confesar nuestros pecados y Él promete perdonarnos y limpiarnos de toda iniquidad.
Dios les bendiga abundantemente.

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