miércoles, 19 de febrero de 2020

Tiempo... Nehemías 1. 3 - 6



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado”.  Nehemías 1. 3 – 6


Después de una catástrofe en cualquier lugar del mundo se hacen labores de reconstrucción rápidas para levantar esa ciudad golpeada por el desastre, las cosas nunca volverán a ser iguales, cambiarán para siempre, pues muchos se han ido y hemos llorado sin entender la magnitud de esta pérdida.
En momentos así el único consuelo es Dios, quien promete llevar nuestro dolor.
En este pasaje vemos a un hombre de Dios llorando por la destrucción de su pueblo, su ciudad ha sido quemada y dejada en ruinas. El templo ha sido destruido, este símbolo de su fe está en escombros, a pesar de su dolor Nehemías se mantuvo en pie, confiando en el Dios grande y poderoso que él tenía, capaz de restaurarlo todo.
Su firmeza estuvo basada en muchas cualidades que debemos aprender:
1) Era un hombre de oración, con la confianza de que en los momentos difíciles hay un Dios que escucha.
2) Era un hombre de integridad espiritual, que nunca dudo de Dios, sabía que en todo hay un propósito.
3) Tenía un deseo y una visión grande de lo que Dios podía hacer a través de su vida.
Con éstas cualidades y la ayuda de Dios se propuso restaurar Jerusalén y lo logró. Si tenemos fe nosotros también podemos lograr la restauración no sólo de nuestra propia vida, sino la de otras personas, que llevan vidas arruinadas por problemas, vicios, malas decisiones y falta de confianza en Dios.
Estamos llamados a ser constructores de vidas dando esperanza para un nuevo comienzo con Jesús nuestro Salvador, nuestro Restaurador.
Dios les bendiga abundantemente.

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